PASIÓN POR CORRER

Antes de correr, aprendimos a caminar

Corríamos desde pequeños para jugar, para no llegar tarde a la escuela, para huir del peligro o, a veces, simplemente por el placer de correr

OPINIÓN

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Rossana Ayala / Pasión por Correr / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La sensación de correr, desde la niñez, nos remite inevitablemente a la idea de libertad. 

Corríamos desde pequeños para jugar, para no llegar tarde a la escuela, para huir del peligro o, a veces, simplemente por el placer de correr y sentir que volábamos con alas en los pies, y nos elevábamos y podíamos ver el mundo desde arriba. 

¿Quién no tuvo siendo niña o niño esa sensación de que corría tan velozmente que nada ni nadie podía igualarlo, y que, cuando sentía el viento en la cara, era porque estaba alcanzando velocidades inusitadas?

Hoy esta columna se la quiero dedicar con cariño a todas las madres que nos enseñaron, primero a caminar, para después correr. 

Porque sin su paciencia y amor, cuando dimos nuestros primeros pasos, nos enseñaron que antes de correr, primero hay que aprender a caminar y, junto con nuestros padres, estuvieron ahí, tomándonos de la mano para que no nos cayéramos o, cuando nuestro instinto natural nos impulsaba a soltarnos e intentar avanzar con nuestras piernas, ellas siempre estuvieron ahí cuidándonos de una caída, y siempre amorosas y cariñosas para levantarnos, después de haber caído.

No sabíamos entonces que esa imagen y ese aprendizaje, de nuestra madre cuidando nuestros primeros pasos y siempre lista para levantarnos al caer, y para animarnos a volver a intentarlo, se repetiría siempre a lo largo de nuestra vida. De niños, para alentarnos a no rendirnos ante las dificultades de la escuela; de adolescentes y jóvenes, para cuidarnos en nuestra alocada etapa hormonal cuando actuábamos por puro impulso, y por las ganas de experimentarlo todo e, incluso, de adultos, cuando ya siendo mujeres y hombres formados, por desoír sus consejos o creer que ya no los necesitábamos, tomamos decisiones erradas que nos dolieron tanto, y nos volvieron a hacer caer. 

También en esas caídas estuvo siempre nuestra madre para tomarnos de la mano y levantarnos, e igual nos volvió a animar para volver a intentarlo.

¿Será que también corremos porque de alguna forma lo aprendimos de ellas? Y es que una madre es corredora
por definición. 

Las vemos correr en las mañanas para levantar a la familia, hacer el desayuno, llevar a los niños a la escuela o salir a trabajar. 

Su día es siempre correr de un lado a otro siempre contra el tiempo, ocupada y apurada porque todo salga bien. 

Ser madre es, en sí misma, una carrera de resistencia y de paciencia en donde importa la velocidad, pero más el administrar las fuerzas y energía para llegar siempre entera a la meta: el bienestar propio, pero también el de toda la familia. 

Por eso hoy quiero decir: ¡Feliz día a todas las madres! A las que corren por la vida, a las que nos animan y a las que nos ayudan a cruzar todas las metas, desde nuestros primeros pasos hasta nuestros más grandes  y profundos sueños.

POR ROSSANA AYALA
AYALA.ROSS@GMAIL.COM
@AYALAROSS1

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