COLUMNA INVITADA

En tierra de nadie

¿Cómo leemos "En tierra de nadie"? Como literatura, simple: como un excepcional y sutil relato de espionaje

OPINIÓN

·
Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Leo "En tierra de nadie", de Graham Greene, una hermosa edición reciente que devuelve la esperanza en esa patria perdida que es la literatura, nos recuerda el poder de la ficción. "En tierra de nadie" nos lleva como sólo puede hacerlo un verdadero maestro del revés de la trama a un territorio donde nadie le rivaliza: el de la palabra. Poco importa que el relato se haya escrito como tratamiento para una película que además nunca se filmó.

Lo único que vale aquí es que estamos ante un gran narrador, uno de los últimos. Decía Robert Louis Stevenson que para poder atrapar al lector el escritor debía tenerle una confianza ciega a su propio narrador. Eso lo sabe Greene, quien nos toma del pescuezo en la primera línea y nos lleva, sin aliento, hasta el punto final.

El prólogo —tomado de la edición inglesa— de David Lodge nos sirve para situar el manuscrito y la labor de Greene en el cine, al que pertenece el relato. ¿Pero qué es lo que tenemos entre las manos? Fríamente: un tratamiento cinematográfico, esto es un índice detallado de lo que la película y el guión posterior pretende mostrar.

¿Se puede filmar lo que Greene escribió? Probablemente no, porque un maestro de la narrativa siempre sobrepasa los límites de lo pretendido: el relato es más sabio que su autor, porque viene de más lejos. Y, entonces, ¿cómo leemos "En tierra de nadie"? Como literatura, simple: como un excepcional y sutil relato de espionaje 

En 1950, Green visitó las montañas Hatz donde estaría ambientada la película. Allí aparentemente todos los primeros de mayo se aparecía un espectro. Greene al principio coqueteó con la idea de que se apareciese Teresa Neumann, la mística alemana estigmatizada. Luego, dejó a la Virgen María, quien se aparece a dos niñas en la ocupación rusa. ¿Por qué Greene escoge este lugar en particular?

El ambiente es perfecto para una película de espionaje, es obvio. Pero no vamos por allí. Desde el Fausto de Goethe el lugar ha quedado asociado con lo misterioso y sobrenatural. Allí están todos los elementos: espionaje, tensión británico-rusa, catolicismo. Lo único que faltaba era la historia de amor.

El novelista estaba esos días corroído por los celos ya que sospechaba que su amante Catherine Walston se veía con un oficial del ejército norteamericano. La mujer del relato que ama al protagonista Richard Brown a primera vista está inspirada en su propia amante. Redburn —un oficial británico— es quien cuenta la historia y un oficial ruso, Starhov es el antagonista de Brown.

Como en todos los triángulos amorosos de Green aquí el protagonista y su propio oponente ruso, cada uno en distintos momentos, salvan a la mujer. Este carácter mesiánico del amor es, sin embargo, lo que le da a la historia su sabor. Y aquí llego al punto que deseaba comentar, el valor de este texto rescatado entre los papeles del novelista inglés, su pertinencia.

Me atrevería a decir que la tensión mayor de la historia no es el thriller sino el relato de amor. ¿A cuál de sus salvadores preferirá la mujer?

Al primero, que para salvarla la ha capturado o al segundo, quien probablemente la lleve a la muerte. La protagonista femenina del relato le contesta a Brown a pregunta expresa sobre qué está pensando: “Me preguntaba si terminaremos donde comenzamos”.

Toda la fuerza del relato está condensada en esa frase que el lector, cuando lea este libro, recibirá como una puñalada.

POR PEDRO ÁNGEL PALOU

COLABORADOR

@PEDROPALOU

MAAZ

Sigue leyendo

Sin las cosas

El Decretazo

Imaginar el futuro