MEXICANOS PRIMERO

Un día para el derecho a la educación

La garantía del derecho a la educación necesariamente inicia por la presencia física de los estudiantes en las aulas, desde el inicio y hasta el final de la trayectoria que mandata la Constitución

OPINIÓN

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Gustavo Rojas Ayala / Mexicanos Primero / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

El Día Internacional de la Educación ofrece una gran oportunidad para reflexionar respecto a qué implica que como sociedad las niñas, niños, adolescentes y jóvenes tengan este derecho. Para Mexicanos Primero, este derecho se cumple a través de la perspectiva de la triple inclusión. Esto significa que, en México, todos los estudiantes deben estar, aprender y participar en la escuela. 

La garantía del derecho a la educación necesariamente inicia por la presencia física de los estudiantes en las aulas, desde el inicio y hasta el final de la trayectoria que mandata la Constitución. Que este sea el punto de partida pareciera una obviedad, pero la presencia de los estudiantes en la escuela depende muchas veces de la acción de un grupo de apoyo que garantice condiciones básicas de supervivencia y seguridad. En una sociedad llena de marginaciones, ese factor no siempre está.

Esta presencia también se puede entender de otra forma: que la escuela esté ahí para todas y todos. Para ello, los edificios escolares deben ser universalmente accesibles, dignos y seguros. También se requiere que en esa escuela se compensen las carencias y riesgos que muchas niñas, niños, adolescentes y jóvenes enfrentan en casa. Y finalmente, se requieren docentes y directivos capaces de tratar a sus estudiantes con respeto y cariño, poseedoras de conocimientos poderosos qué transmitir y capaces de actuar como mentores en el desarrollo intelectual y socioemocional de sus estudiantes.

Pero aún con las mejores condiciones, la garantía plena del derecho a la educación queda incompleta si no se logra traducir en aprendizaje. Las definiciones teóricas sobre cómo se aprende han dado lugar a diferentes formas de ofrecer educación y de valorar qué es aprendizaje. A veces, estas diferencias pueden llegar a ser mal utilizadas como fuente de conflicto y polarización. Sin embargo, una idea básica que debiera aceptarse es que asistir a la escuela en México no siempre es sinónimo de aprender. Y que eso debe cambiar.

En su núcleo más íntimo, para que el aprendizaje ocurra, se requiere la interacción virtuosa entre docente, contenidos y estudiantes. Sin la participación activa de los estudiantes en su propio proceso de aprendizaje, en el de sus colegas y en las definiciones importantes de la vida escolar, el derecho a la educación queda incompleto. Pero es claro que el asunto tampoco puede depender exclusivamente de las ganas y el esfuerzo de los estudiantes.

La seguridad del espacio público alrededor de las escuelas, la calidad de la alimentación, el acceso a servicios de salud física y mental, empleos con salarios dignos y horarios que facultan la convivencia familiar, creer en lo que los estudiantes pueden lograr y tener altas expectativas, crear políticas educativas serias y sostenerlas en el tiempo con financiamiento adecuado, son formas en las que el gobierno, las empresas y las familias pueden participar en el proceso de hacer realidad plenamente el derecho a la educación.

¿Qué tan cerca o tan lejos estamos en México de garantizar esta visión integral e inclusiva respecto al derecho a la educación? Esa es la pregunta que debiera guiar de manera constante la acción de quienes poseen el poder político necesario para poner fin a las barreras que impiden garantizar plenamente este derecho. Y también es la pregunta que debieran responder al país quienes quieran acceder a ese poder para construir una sociedad más justa e inclusiva.

POR GUSTAVO ROJAS AYALA
DIRECTOR DE MEXICANOS PRIMERO SINALOA 
@GURAROJAS

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