COLUMNA INVITADA

Sus brazos, mi recuperación

Sus brazos, blancos como la nieve, llevan más de dos años sin el sol de México

OPINIÓN

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Mónica Salmón / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Sus brazos, blancos como la nieve, llevan más de dos años sin el sol de México que, estando aquí, tampoco les dio. Fueron unos días en los que mi hermana me los dio sin restricciones, sin malas caras, con amor y ternura. 

Me lavaron la cara, los dientes, partes del cuerpo, curaron, rascaron, limpiaron, untaban, peinaron y acariciaron la piel, el dolor y la angustia. Se convirtió en la hermana mayor, se hizo más fuerte, se desvaneció dos veces al ver la sangre al meter el drenaje que se salió. Aprendió a ser más fuerte y yo a ser vulnerable. Depender de sus brazos se volvió mi realidad; ellos que me quitaron la pestaña del ojo izquierdo, ellos que se hicieron parte de mí, ellos son los que me recuperaron.

Terminamos rendidas, una frente a la otra en la regadera, lloramos. Hablé de mis miedos, me habló de los suyos, y supe que no hay recuperación sin amor. 

Me cubrió del agua para que no me diera directo en el pecho, y me sentí afortunada. Cerré los ojos y me pedí perdón, le pedí perdón en silencio. Pensé que extrañaría aquellos implantes grandes, pensé que me preocuparía por mi resultado, el cual quedó muy lindo. 

Hasta ahora, he valorado más el movimiento de los brazos. Me ha hecho pensar en aquellas personas que por accidentes no recuperaron el movimiento. 

No dejé de pensar en Luis Quintana, mi ex novio de prepa, que en un accidente de coche, la vida le respondió de forma cruel. 

Él se recuperó como los grandes, y hoy está felizmente casado, y el movimiento de su alma y la fortaleza de su corazón fueron más grandes. 

Ahí está, en eso radica la recuperación de una cirugía, de un accidente, de un duelo, de un desamor. En escuchar los latidos furiosos del corazón que se adhieren a la vida, es el corazón el que no deja de latir, entonces el secreto está en seguirlo, en alcanzarlo, en adiestrar a la mente que es egoísta, traicionera, y negativa. 

Nos habla feo, nos presenta escenarios tenebrosos. En los insomnios nos hace preguntas, y yo las dejé pasar. 

Al principio, me puse en contra de mis dolores físicos pensado que podía controlarlos, no pude, me venció, aprendí a hacer las paces y adelantarme a no luchar, ayudar a mi cuerpo. Con música calmé mi ansiedad. Ruth me puso un mantra que se lo poníamos a mamá después de sus quimioterapias, y yo se los ponía a mis hijos de bebés. Ra Ma Da Sa, Sa Se So Hang es el mantra de la meditación sagrada de sanación. 

El mantra, sus brazos, y todos los bonitos comentarios fueron mi recuperación. Lao Tsé decía que “ el agradecimiento es la memoria del corazón”. 

A ti lector, por tu tiempo por saber qué estás del otro lado de mis letras, ¡gracias!

POR MÓNICA SALMÓN

@MONICASALMON_ 

MAAZ