MEXICANOS PRIMERO

Escuelas resilientes: el futuro es hoy, ¿oíste viejo?

Es necesario incrementar el presupuesto en infraestructura por lo menos en 15 mil millones de pesos para atender con cierta eficacia las escuelas de las zonas marginadas de México

OPINIÓN

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Antonio Villalpando / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Una de las obsesiones de las y los mexicanos sobre la educación tiene que ver con la infraestructura escolar. Un lugar común es hablar de las escuelas que no tienen techo. El problema es que las escuelas sin techo siguen sin techo, pues la inversión en infraestructura, pese a lo que se dijo en el sexenio anterior y en el actual, tiene por lo menos 30 años de ser insuficiente para atender a una población escolarizada del tamaño de la de México.

Además de insuficiente, el financiamiento es inestable. En 2021 se aprobó un presupuesto para la infraestructura escolar 12% menor al de 2020, mientras que en 2023 se intentó resarcir este desfalco canalizando recursos al componente de infraestructura del programa La escuela es Nuestra (LEEN), que sólo llega a 47 % de las escuelas de educación básica del país.

En resumen: como manifestamos desde Mexicanos Primero el año pasado, es necesario incrementar el presupuesto en infraestructura por lo menos en 15 mil millones de pesos para atender con cierta eficacia las escuelas de las zonas marginadas de México. Lo que se ha hecho desde hace décadas es jugar a meter dinero por diversos programas, todo para que luego se extingan los programas o se castigue de nuevo ese rubro de gasto.

Pensamos como si viviéramos en 1917

La popular serie Malcolm el de en medio (Malcolm in the Middle, Fox-CBS, 2000) nos ha aportado memes muy útiles para describir situaciones cotidianas. Uno de ellos es el de Dewey, el hijo menor, diciéndole a Hal “El futuro es hoy, ¿oíste viejo?” cuando él y sus hermanos lo derrotan en básquetbol. Esa emoción debe permear en nuestra conversación sobre las condiciones físicas de las escuelas.

A nivel federal, no solamente ejecutamos mal la tarea de mantener los planteles en buenas condiciones, sino que razonamos como a principios del siglo XX: pensamos en ventanas, pintura y baños. ¡Vaya! No es que esos problemas estén resueltos, sino que tenemos un atraso de décadas en nuestra forma de pensar en las escuelas como espacios físicos.

El estándar actual del pensamiento y las políticas sobre las escuelas como lugares es algo llamado Escuelas resilientes. Este concepto, aunque admite varias definiciones, se basa en una idea simple: hay que hacer que las escuelas, las y los estudiantes, las comunidades y las y los docentes estén preparados para todo aquello que amenaza el entorno escolar. Dependiendo de la situación, el énfasis sobre la resiliencia a veces se pone sobre amenazas sociales como la delincuencia. Sin embargo, el consenso internacional al respecto de esta idea empieza con hacer que las escuelas no se caigan ante los impactos del cambio climático.

Esto viene muy a cuento si pensamos en los granizos de tamaño de limones que destruyeron el techo de una primaria en Hidalgo a comienzos de mayo. Esto, que algunos negacionistas del cambio climático dirán que es un evento aislado, va a suceder con más frecuencia.

Aquí la pregunta es: ¿qué tenemos planeado no sólo para tener escuelas con techo, sino escuelas en las que sepamos que el techo se va a caer y lo reforcemos antes de que se caiga? Pese a que hay un puñado de gobiernos estatales y ciudades que tienen en marcha su propio concepto de Escuelas resilientes, el gobierno federal sigue en la época de Jaime Torres Bodet.

En el año 2023 es imprescindible que el gobierno federal articule una estrategia que trascienda la miopía burocrática de pensar en las escuelas como cubos de cemento con niños(as), maestros(as) y libros adentro. Contamos con la tecnología, la capacidad científica y la voluntad de cientos de miles de agentes educativos para integrar una red que nos permita sostener las escuelas desde las comunidades y las ciudades. Pero hacen falta presupuesto y liderazgo político. ¿Para cuándo? Porque el futuro es hoy.

POR ANTONIO VILLALPANDO ACUÑA
INVESTIGADOR EN MEXICANOS PRIMERO
@AVILLALPANDOA

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