MEXICANOS PRIMERO

El gatopardo de la evaluación educativa

Las calificaciones siguen siendo la forma más sencilla de evaluar el progreso de un grupo o de un alumno o alumna en un país en el que el salón de primaria promedio tiene 25 estudiantes y el salón de secundaria promedio tiene 27

OPINIÓN

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Antonio Villalpando Acuña / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

El 27 de septiembre, la SEP publicó un acuerdo mediante el que establece los criterios para evaluar a las y los estudiantes de educación básica. En resumen, las autoridades educativas federales establecieron tres cosas: a) que las y los maestros son los únicos responsables de la evaluación, b) que las niñas y niños de preescolar y primero de primaria acreditarán el grado con base en la asistencia y c) que de segundo de primaria a tercero de secundaria la promoción al siguiente grado se logra con un promedio general mínimo de 6 en los campos formativos.

Este cambio reemplaza la política de evaluación que entró en vigor en diciembre pasado y que establecía unos criterios similares, con la excepción de que segundo de primaria también se pasaba con asistir a la escuela. Dicha modificación en los criterios de evaluación, a su vez, reemplazó la instrucción de no reprobar a nadie debido al confinamiento.

Calificar y reprobar son temas que se deben discutir con seriedad. Si nos hacemos la pregunta sobre si recibir calificaciones y reprobar perjudican a las y los estudiantes, la respuesta es “sí”, aunque no afecta igual a todos. Una investigación proveniente de Suiza sugiere que recibir calificaciones en la primaria tiene un efecto nocivo en los niños con bajos niveles de aprovechamiento, pues se relaciona con una menor probabilidad de egresar de la secundaria. Por el contrario, de acuerdo con la misma publicación, recibir calificaciones incrementa la probabilidad de egresar de secundaria de las niñas, ello indistintamente de si sacan cincos o dieces.

Desde hace años también hay evidencia de que las pruebas estandarizadas son fuente de ansiedad para los niños y niñas y de que recibir malas notas empeora el estado anímico y el comportamiento de las niñas y niños –y no al revés, como solemos pensar—. Es sabido por las y los psicólogos que, a cierta edad, hay niños y niñas aún no interiorizan el concepto de ‘logro escolar’, de forma que muchos entienden las calificaciones como una señal de su valor como personas y no como una interpretación de algo bien o mal hecho.

Las calificaciones siguen siendo la forma más sencilla de evaluar el progreso de un grupo o de un alumno o alumna en un país en el que el salón de primaria promedio tiene 25 estudiantes y el salón de secundaria promedio tiene 27.

Alrededor del mundo hay una serie de prácticas que buscan reducir el efecto negativo de recibir calificaciones o reprobar, como usar escalas de calificación más generales (unas pocas letras) o significativas (palabras completas), explicitar constantemente que las calificaciones son sobre tareas y no sobre las personas, así como resaltar lo que se aprendió en vez de lo que no se logró. Muchas recomendaciones o mejores prácticas a nivel mundial son de sentido común.

En Mexicanos Primero consideramos que las y los maestros de México son capaces de hacer eso y mucho más. Sin embargo, al delegarles los criterios más finos de la evaluación, la administración federal está perdiendo la oportunidad de transformar esta actividad en el motor de los aprendizajes en la educación básica, pues a veces parece que quiere que cambie todo para que no cambie nada.

POR ANTONIO VILLALPANDO-ACUÑA

INVESTIGADOR EN MEXICANOS PRIMERO

@AVILLALPANDOA

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