TRES EN RAYA

No lo supera

El rencor lo carcome. Increíble haber llegado a la máxima investidura del país, ser presidente de la nación y no poder dejar atrás lo que le dijo Diego Fernández de Cevallos hace poco más de 20 años

OPINIÓN

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Verónica Malo Guzmán / Tres en Raya / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: FOTO: Especial

El rencor lo carcome. Increíble haber llegado a la máxima investidura del país, ser presidente de la nación y no poder dejar atrás lo que le dijo Diego Fernández de Cevallos hace poco más de 20 años. Tener preparado el video del intercambio en cuestión, para proyectarlo desde el atril de la mañanera, muestra que hay un capítulo en la historia que López Obrador no supera. Lo que es más, un día antes ya había vuelto a ese pasado al insistir en que ‘un alto ejecutivo de Televisa’ le dijo que él había ganado la contienda presidencial en el 2006.

El mandatario se dedica a repartir culpas; eso es lo suyo. Y actuar de esa manera no tiene consecuencia alguna. Lo hemos, incluso, normalizado. 

No admite que los periodistas puedan investigar y sacar a la luz trapacerías, corruptelas y conflictos de interés que se dan con algunos miembros de su administración.

No hay secuela ante las falsedades vertidas en el sentido de que la reforma energética hará que la electricidad sea menos cara. Tampoco el acusar a abogados corporativos de ‘traidores a la patria’, cuando que su trabajo es buscar la justicia y desarrollar su labor en favor de algunas empresas.

Mientras tanto, insiste en defender al senador con licencia, acusado de abuso sexual y violación, al grado de señalar al rotativo The New York Times de no tomar cono verdad absoluta las declaraciones vertidas por él mismo. ¡Pero el ejecutivo federal ni siquiera se tomó el tiempo para leer el trabajo de investigación realizado por ese diario! Le ha resultado más fácil culpar al diario y al exprocurador de Guerrero.

El presidente requiere de la parafernalia que significa que un reportero se arrodille ante su persona para, con ello, dar entrada a denostar al enemigo en turno: el gobernador García Cabeza de Vaca. Se alimenta de actitudes serviles, como si se tratara de un sátrapa o de un emperador.

Su inquina contra Ángel Verdugo es incomprensible, no digamos cómo le cala el número de seguidores con los cuales cuenta ya en Twitter Carlos Loret de Mola. Tampoco tolera que el rotativo Reforma haya señalado que él, más que macanear, va a pasear al campo de béisbol. Demencial. ¡Como si la importancia de su quehacer público recayera en si camina o batea, en lugar de si en México hay o no propuestas inmediatas y adecuadas para enfrentar la pandemia.

López Obrador no permite que las investigaciones acerca de sus programas estrella, Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía, sirvan para barrer la corrupción como tanto presume. Cualquiera que sea el señalamiento, no se acepta; ni siquiera se puede percibir como un acto de compromiso para con los mexicanos por parte de la prensa.

Me recuerda a Funes, el memorioso. Aquel personaje del escritor Jorge Luis Borges que no podía ni siquiera moverse porque lo apabullaba su memoria. Podía rememorar las venas de aquella hoja que cayó de un árbol y lo pasmaban sus recuerdos. Su vida, que parecía privilegiada por tener esa memoria, se volvió fútil, inútil, carente de sentido.

Hoy así se presenta AMLO. Como alguien obsesionado por sus recuerdos, por aquellos eventos o personas que señalaron sus errores y medianía. Y al igual que Funes, no puede superar el daño de su memoria; vive anclado en un pasado al cual insiste regresar a todo el país. 

AMLO no supera su rencor. No supera ser presidente de nuestra nación, pero al mismo tiempo carecer la capacidad de actuar en consecuencia.

Por: VERÓNICA MALO
VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM