Aunque tomar siestas no es una actividad demasiado arraigada en el país, realizar este tipo de descansos podría reportar importantes beneficios a la salud cardiovascular y abatir el riesgo de padecer ciertas enfermedades.
De acuerdo con Juan José Ortega, científico de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana, esta costumbre puede ser positiva, siempre que se realice de la forma adecuada.
¿Cuánto debe durar una siesta?
El especialista detalla que uno de los factores más importantes a la hora de planear una siesta es determinar la duración, pues de ella depende que sus resultados sean positivos para la salud.
“Las siestas de menos de 20 minutos generan únicamente sueño superficial (etapas N1 y N2, dentro de las fases no REM). Cuando estos sueños contienen solo estadio N1 no producen una clara recuperación cognitiva, en contraste con los que llegan a la fase N2.
“Por otro lado, alargarlas pueden provocar el efecto contrario: es la denominada ‘inercia o borrachera de sueño’, que suprimirá la ventaja cognitiva de hacer la siesta. Esto puede suceder si esta tiene una duración superior a 20 minutos y entramos en sueño profundo (fase N3)”, detalla en un artículo escrito para el portal de divulgación The Conversation.
Para Ortega, la mejor hora para iniciar una siesta son los primeros momentos de la tarde, cuando se puede conciliar de mejor manera el sueño. Hacerlo en un lugar sin ruidos y con luz tenue, podría maximizar el descanso.
¿Cuáles son los beneficios a la salud de las siestas?
Numerosos estudios demuestran que tener periodos cortos de sueño en el día puede ayudar a mejorar la salud. Por ejemplo, un estudio dirigido por la Universidad Libre de Bruselas demostró que mejoran la respuesta inmunológica y a compensar el sueño perdido.
“Nuestros resultados indican que una siesta a mitad del día después de un periodo de restricción del sueño, puede mejorar el estado de alerta y regresar el conteo de leucocitos a su estado original”, detalla.
Expertos del Hospital Universitario de Hadassah, Israel, apuntan que estos periodos de descanso pueden reducir la presión arterial, mientras que en el caso de los niños en edad preescolar está comprobado que mejora la memoria y la concentración.
“El impacto de las siestas y la naturaleza de las etapas del sueño involucradas aún necesita ser evaluada, especialmente entre poblaciones con deuda de sueño crónica, como los trabajadores nocturnos o los que rolan turnos”, detalla una investigación de la Universidad de la Sorbona.