EL MISTERIO DE ICHCATEOPAN

Los huesos de Cuauhtémoc: la increíble historia de cómo su hallazgo dividió a México más de 30 años

Todo el país se paralizó en 1949 cuando se anunció el descubrimiento de los restos del último emperador mexica. Fue el inicio de el episodio más controvertido de la antropología nacional, en la que hubo desencuentros, descalificaciones políticas y acusaciones de traición a la patria

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Los supuestos huesos de Cuauhtémoc fueron descubiertos en 1949.Créditos: INAH

Cuauhtémoc defendió con gallardía el último resquicio del imperio mexica, su arrojo y el calvario que sufrió en sus horas finales lo convirtieron en símbolo nacional. Encontrar sus restos sería uno de los pináculos en la eterna construcción de la identidad mexicana.

Fue precisamente la búsqueda de los huesos del último tlatoani mexica lo que derivó en uno de los pasajes más controvertidos de la antropología nacional. Uno que involucró jaloneos políticos, amargas disputas entre historiadores y hasta una curiosa participación de Diego Rivera, muralista y figura del comunismo en México a mediados del siglo XX.

Corría el año de 1524 cuando, según las crónicas, Hernán Cortés partió del Valle de México rumbo a Honduras para reprimir una insurrección del conquistador Cristobal de Olid. En el camino rumbo al sureste, decidió ejecutar a Cuauhtémoc, sin juicio y en un paraje desconocido, por lo que quedaron pocos indicios sobre el lugar donde habrían sido depositados sus restos.

Casi 425 años después, el descubrimiento de un escrito irrumpió en el curso de la historia e impactó a un país ávido de héroes, símbolos y necesitado de reconciliarse con su pasado.

Hernán Cortés torturando a Cuauhtémoc. Óleo de Leandro Izaguirre. 1893. MUNAL

En 1949 fue hallado un supuesto manuscrito del padre Motolinía que daba cuenta de la localidad donde habría sido sepultado Cuauhtémoc. “El lugar sería Ichcateopan” en Guerrero, resumió la prensa mexicana. Fue un médico de esa localidad, Salvador Rodríguez Juárez, quien dio a conocer el “importantísimo documento”.

Dada la magnitud del hallazgo, el director del INAH, Ignacio Marquina, encargó a la arqueóloga Eulalia Guzmán se trasladara a Ichcateopan, para examinar el manuscrito.

A pesar del furor nacional, el historiador Mariano Cuevas, aseveró rápidamente que los documentos presentados por la familia Juárez eran claramente falsos. Los datos de vida de Motolinía era erróneos y la letra y estilo en que estaban escritos no correspondían al siglo XVI. Sus palabras tuvieron poco eco, pues sólo fueron el preludio de un debate que duró más de 30 años.

Antes de que los académicos pudieran corroborar la fidelidad de los documentos, la gente de Ichcateopan colocó en el centro de la plaza principal un cartel en el que daba la bienvenida a la tumba de Cuauhtémoc. El lugar de convirtió de pronto en el epicentro arqueológico de México.

Días después de su llegada a Ichcateopan, Eulalia Guzmán declaró los documentos de la familia Juárez como una serie de copias realizadas en 1777 y sostuvo que los errores registrados por los historiadores eran producto de una mala transcripción.

Tras siete meses de investigaciones, el 21 de septiembre de 1949, se descubrió en la iglesia de Ichcateopan una placa ovalada de cobre con -las inscripciones 1525-1529 “Rey é Coatemo”.

Para el 26 de septiembre se dio a conocer a nivel nacional la noticia de que se encontraron en la iglesia de Santa María de la Asunción, Ichcateopan, los restos del último emperador mexica.

Eulalia Guzmán. (Foto: INAH)

El lugar se llenó de locales y curiosos que querían mirar los huesos y demás objetos encontrados en la excavación, la euforia era total, por lo que ante un notario público se sellaron los vestigios.

La Secretaría de Educación Pública (SEP) formó una comisión multidisciplinaria para dictaminar la autenticidad de los restos. Sería el primero de varios equipos a lo largo de la historia, que buscarían la verdad.

La comisión estaba integrada por los doctores Silvio Zavala y Eusebio Dávalos Hurtado, así como el fotógrafo Luis Limón Aragón, quienes participaron en la identificación de los restos de Cortés, el verdugo de Cuauhtémoc.

Tres años antes, los restos del conquistador español fueron identificados científicamente, sin toda la polémica que generarían los huesos de su némesis.

Con la efervescencia de la noticia al máximo, se pidió en la Cámara de Diputados que se declarara a Cuauhtémoc “símbolo de la nacionalidad mexicana”.

Tan sólo 17 días después de su convocatoria, la comisión oficial de la SEP concluyó que los restos encontrados en Ichcateopan no pertenecen a Cuauhtémoc. En la urna se encontraron huesos de varias personas, de diferentes sexos y edades.

Algunos diputados calificaron el dictamen como “superficial” y exigieron a la SEP conducir otra investigación.

Eulalia Guzmán sostuvo que algunos de los huesos debían de pertenecer a Cuauhtémoc, aunque aceptó que podrían estar mezclados con otros de sus guardianes que fueron enterrados con él.

Diego Rivera, simpatizante y correligionario político de Eulalia Guzmán, acudió a Ichcateopan para respaldarla. Trazó en una sábana el perfil del cuerpo de Cuauhtémoc, tomando como referencia el esqueleto descubierto.

Diego Rivera apoyando a Eulalia Guzmán. (Foto: INAH)

No sólo el muralista mexicano intervino en la discusión, también el Banco de México, a través de sus investigadores, dio por genuino el hallazgo. Argumentó que “si las fuentes históricas señalan precisamente el lugar de la tumba y en ese lugar se encuentran los huesos, las joyas y la placa con la leyenda de Cuauhtémoc, lo lógico es pensar que se ha encontrado lo que se buscaba”.

Hasta la Lotería Nacional entró al debate. En ese año lanzó un promocional de sus sorteos con la leyenda: “Confíe usted en los huesos y en su suerte”.

Nada detenía el frenesí por Cuauhtémoc. Las autoridades solicitaron oficialmente que una avenida de la Ciudad de México llevara su nombre y por decreto presidencial, se aprobó la inscripción de su nombre con letras de oro en la Cámara de Diputados.

Un año después de la creación de la comisión y ante la desazón nacional, guiada por un sentimiento patriótico que se rehusaba a aceptar las conclusiones de la SEP, se creó la “Gran Comisión”, con especialistas como Alfonso Caso y Manuel Toussaint. Se esperaba que su dictamen diera una decisión definitiva sobre el caso.

Para 1950 se declara oficialmente “El año de Cuauhtémoc”. En Bellas Artes se estrenan piezas de ballet y se interpreta un poema sinfónico a cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional para celebrarlo.

Zona arqueológica de Ichcateopan. (Foto: Cuartoscuro)

En abril de 1950, Lázaro Cárdenas, junto a su hijo, a quien llamó igual que el tlatoani, visita Ichcateopan. Ahí mostró su confianza en que el hallazgo fuera fidedigno.

Al cumplirse un año del hallazgo y sin certificación alguna de su veracidad, se conmemoró en Ichcateopan el aniversario del encuentro con los huesos de Cuauhtémoc, en presencia del gobernador de Guerrero y Eulalia Guzmán.

Para desilusión de los más entusiastas, la “Gran Comisión” concluye que el hallazgo no es fidedigno. “Al conocerse nuestras opiniones, la gritería de la prensa se volvió estruendosa y fuimos entonces tachados de ‘traidores’, mientras que en pasquines se exigía que se nos fusilase por la espalda”, contó Wigberto Jiménez, uno de los integrantes.

Eulalia Guzmán no se dio por vencida y regresó al sitio para realizar nuevas excavaciones, sin embargo no pudo revertir contundentemente los dictámenes de las dos primeras comisiones.

Catorce años después de la publicación de las conclusiones de la “Gran Comisión”, en 1976, el presidente Luis Echeverría creó otra comisión para que realizara nuevos estudios y emitiera el juicio final sobre la autenticidad de los huesos de Cuauhtémoc. Reunieron a lo más granado de la antropología física, medicina forense, historiadores y arqueólogos. En el grupo se encontraba el reconocido Eduardo Matos Moctezuma.

El entonces gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa, dio la bienvenida a la nueva comisión en Ichcateopan con una frase que retumbó en los oídos de los integrantes: “Todo cae por su propio peso. Por eso esperamos que hagan pronto su trabajo y digan que aquí está Cuauhtémoc para que puedan regresar a la capital, pero con cabeza”.

Eduardo Matos. (Foto: Cuartoscuro)

“Aquellas palabras en boca de tan connotado personaje hicieron que a Jorge Angulo, director del Centro Regional de Morelos-Guerrero, a Juan Yadeun, arqueólogo que se encargaría de los trabajos de excavación, y a mí, miembro de la Comisión para la Revisión y Nuevos Estudios de los Hallazgos de Ichcateopan, se nos atoraran los ricos tacos de mole en el pescuezo. Y no era para menos, pues bien sabíamos cómo se las gastaba tan conspicuo personaje…”, recordó Matos en un artículo publicado años después en Antropología Mexicana.

El famoso investigador detalló que durante aquella tarde hubo discursos comprometedores, música, fuegos artificiales y la predisposición a que el personal del Instituto Nacional de Arqueología e Historia (INAH), emitiera conclusiones favorables a los deseos de la gente y de los políticos.

No hay ninguna base científica para apoyar la afirmación de que los restos encontrados el 26 de septiembre de 1949 en la iglesia de Santa María de la Asunción, Ichcateopan, Guerrero, sean los de Cuauhtémoc, el último emperador de los mexicas y defensor heroico de México-Tenochtitlan”, concluyó la tercera comisión encargada de los estudios, en un dictamen publicado en 1980.

Eduardo Matos documentó con precisión científica que los restos encontrados no pertenecían a Cuauhtémoc y concluyó que la polémica que generó el hallazgo durante años obedeció a la conveniencia política de los funcionarios en turno.

Monumento a Cuauhtémoc en CDMX. (Foto: Cuartoscuro)

Además, la evidencia fotográfica y relatoría de las excavaciones de Guzmán, muestran falta de controles y rigor antropológico, por lo que la investigación estuvo comprometida desde un inicio, según Matos.

En su informe, Matos enfatiza en la carga política e ideológica que comprometió la búsqueda de la verdad científica.

“Diversos grupos políticos quisieron capitalizar el hallazgo: una ‘izquierda’ que apoyaba a la profesora Guzmán (sus defensores escribían sus artículos, al igual que ella misma, en la Revista Cultura Soviética) a tal grado que cuando algunos sectores se dieron cuenta de lo anterior, las opiniones, caricaturas en periódicos y demás empezaron a estar en contra de doña Eulalia”.

Lo mismo sucedió con las conclusiones de las investigaciones, contrarias a los deseos populares.

“La comisión nombrada en aquel entonces se vio presionada de diferentes maneras. No faltó quienes pidieron se les acusara de traidores por negar el hallazgo. Finalmente, la Secretaría de Educación eludía el problema al dejar ‘abierta la investigación’”, escribió Matos en 1980.

A pesar de todo lo vivido y el rechazo de un sector de la política y la sociedad, los investigadores se mantuvieron estoicos en su decisión, conclusiones y método utilizado.

“Podemos decir que como hombres de ciencia, como investigadores, nos concretamos a la búsqueda de la verdad y no aceptamos presiones de ningún tipo, ni políticas, ni emotivas, que pretendieran cambiar en lo más mínimo el resultado de nuestras investigaciones", concluyó Matos.

La vida de Cuauhtémoc fue corta y por demás azarosa. Hijo de reyes, nació un día que coincidió con un eclipse solar y su nombre presagiaba su destino: “Águila que cae”. A los 15 años ya se destacaba como combatiente y no tardó en liderar ejércitos. Tras la caída de Moctezuma y Cuitláhuac, defendió hasta el último resquicio México-Tenochtitlan. Luego fue torturado en la búsqueda del oro que ansiaban los españoles y finalmente fue cobardemente asesinado.

Pero la muerte no terminó con el ajetreo que lo rodeó en vida. La sola idea del descubrimiento de sus huesos fue capaz de sacudir los cimientos de la milenaria historia de México.

ESTAS SON LAS CONCLUISONES DEL DICTAMEN FINAL

La Comisión para la Revisión y Nuevos Estudios de los Hallazgos de Ichcateopan emitió el siguiente dictamen final de sus investigaciones, en 1976:

Primero. Que los restos óseos pertenecen a ocho individuos y provienen de distintas épocas y diversas formas de enterramiento.

Segundo. Que la joven mestiza adulta cuyos restos faciales y piezas dentarias forman parte del hallazgo de Ichcateopan no pudo haber sido enterrada en 1529.

Tercero. Que el entierro no pudo haber- se realizado bajo el altar mayor de Santa María de la Asunción en 1529, ya que existió una primera iglesia en otro sitio de Ichcateopan y la construcción del templo actual no se inició hasta 1550, cuando muy temprano.

Cuarto. Que la tradición oral no arranca del siglo XVI y que en su forma actual se conoce únicamente a partir de 1949.

Quinto. Que todos los documentos –tanto los que dieron origen al hallazgo como los presentados posteriormente– son apócrifos y fueron elaborados después de 1917.

Sexto. Que si bien la manufactura de la placa ovalada puede fecharse en el siglo XVI, las características de la inscripción que contiene corresponden a una escritura reciente.

Séptimo. Que las demás conclusiones de los estudios realizados no sólo no contradicen sino en su gran mayoría apoyan los puntos anteriormente señalados.

La Comisión para la Revisión y Nuevos Estudios de los Hallazgos de Ichcateopan emite este dictamen final: No hay base científica para afirmar que los restos hallados el 26 de septiembre de 1949 en la iglesia de Santa María de la Asunción, Ichcateopan, Guerrero, sean los restos de Cuauhtémoc, último señor de los mexicas y heroico defensor de México-Tenochtitlan.

Con información del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Museo Nacional de Arte de México (MUNAL).

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