COLUMNA INVITADA

En busca de una posición frente a China

México estableció relaciones con la República Popular de China en febrero de 1972. Fuimos uno de los primeros países del mundo en hacerlo, y el primer latinoamericano, lo que siempre es recordado con gratitud por el gobierno chino

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

México necesita reflexionar sobre su posición frente a China, el gigante asiático que en este siglo se ha convertido en una de las dos superpotencias del mundo actual, y que está inmersa en una competencia con la otra superpotencia, nuestro vecino del norte. Al definir su posición frente a China, México no puede ignorar que existe esa lucha hegemónica. Estados Unidos es nuestro primer socio comercial, con el que además compartimos una extensa frontera y mantenemos estrechos vínculos de todo orden, pero China es nuestro segundo socio comercial, y gran parte de lo que importamos de ese país y otras naciones asiáticas, se transforma en productos que exportamos a Estados Unidos. 

México estableció relaciones con la República Popular de China en febrero de 1972. Fuimos uno de los primeros países del mundo en hacerlo, y el primer latinoamericano, lo que siempre es recordado con gratitud por el gobierno chino. Desde entonces, tomó forma un diálogo político muy sólido, han florecido variados programas de cooperación bilateral en muchos campos, además de que existen amplias coincidencias en foros internacionales, como las Naciones Unidas o el G20. En 2013 los gobiernos establecieron una “Asociación Estratégica Integral”, que es la forma en que China distingue a los países prioritarios para su política exterior. 

China profundizó su apertura económica en la década de los noventa del siglo pasado. Sin necesidad de firmar un tratado de libre comercio como el TLCAN, se convirtió en el principal exportador hacia el mercado estadounidense al inicio de este siglo. Fue el resultado de la decisión del gobierno de Clinton de impulsar a fondo la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Temiendo que nos desplazara del mercado estadounidense al que el TLCAN nos daba acceso preferencial, el gobierno de Zedillo resistió varios años el ingreso de China a la OMC hasta que, en el año 2000, fuimos el último país en aceptarla en la Organización.

Basados en sus ambiciones y deseos, los estrategas estadounidenses vaticinaron que a la liberalización económica inevitablemente sobrevendría la liberalización política, y que China se convertiría en una gran democracia. Hoy ya sabemos que eso no ocurrió. Pero miles de empresas estadounidenses, japonesas y europeas sí trasladaron su producción al territorio del gran Dragón, lo que transformó el comercio y la geopolítica mundial. El capitalismo occidental obtuvo ganancias estratosféricas sin precedente, y China fue el principal beneficiario de la era neoliberal y la globalización. 

Hoy, Estados Unidos teme que en una o dos décadas más, China lo desplace como la economía más grande del mundo. Para evitarlo, en 2018 Trump le declaró una guerra comercial. Desde entonces, primero Trump y después Biden, han impulsado la relocalización (nearshoring) en su territorio de empresas que producen en China y exportan a Estados Unidos. Esta tendencia no cambiará con cualquiera que resulte electo en noviembre próximo. Este cambio de 180 grados puede beneficiar a México si hacemos bien la tarea. El año pasado desplazamos a China y nos convertimos en el principal proveedor del mercado estadounidense. 

Al gobierno de Biden le preocupa que las nuevas inversiones chinas en México busquen eludir aranceles, pero, sobre todo, las medidas que ha dictado para evitar depender del suministro de China de componentes para la producción de bienes estratégicos, y fortalecer su seguridad nacional. Hasta ahora, México ha evitado tomar una posición clara frente a la disputa comercial y estratégica entre los dos países, aunque ya ha dado algunos pasos que apuntan hacia dónde orientará sus decisiones.

En diciembre del año pasado Janet Yellen, secretaria del Tesoro, acordó con su contraparte mexicano intercambiar información sobre nuevas inversiones en los dos países, pero claramente su preocupación son las nuevas inversiones chinas en México. Estados Unidos quiere evitar que China tenga acceso a cadenas de suministro estratégicas, especialmente en sectores como la industria farmacéutica, los semiconductores de segunda generación, y las energías limpias. Otra área de tensión es la producción de autos eléctricos chinos en México, que podrían ser exportados hacia Estados Unidos, lo que ya hizo que Trump amenace con imponerles un arancel del 100 por ciento. 

En 2026 deberá revisarse el funcionamiento del T-MEC entre México, Estados Unidos y Canadá. Uno de los temas principales serán las relaciones comerciales de los tres países con China. Como señala Juan Carlos Baker en un estudio reciente para el Wilson Center (The Triangular Balance: Mexico, the United States and China) Estados Unidos no puede esperar que México adopte su política comercial hacia el gigante asiático, sin ofrecer nada a cambio, como podría ser una incorporación más firme de nuestro país en los beneficios de su política de reindustrialización. Que esta contemple como espacio a toda América del Norte. México debe cooperar con Estados Unidos en cuestiones que afecten la seguridad nacional de nuestro vecino, pero debe rechazar medidas cuyo verdadero fin sea que las inversiones chinas, o de cualquier otro país, se dirijan solo a territorio estadounidense, y no a México.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS IZQUIERDO

PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY Y DIPLOMÁTICO DE CARRERA

@MIGUELRCABANAS

miguel.ruizcabanas@tec.mx

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