COLUMNA INVITADA

Enrique Echeverría: El umbral de lo abstracto

Como artista en búsqueda de interlocutores formó parte de un equívoco: la llamada Generación de la Ruptura, bautizo que se le atribuyera a Teresa del Conde pero que ella misma lo desmintiera en varias ocasiones

OPINIÓN

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Luis Ignacio Sáinz / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

El Museo de Arte Moderno continúa con su agenda rescatista de valores nucleares, algunos olvidados, otros desconocidos, de las artes plásticas desarrolladas en nuestro país, sin importar si los creadores del caso son nacionales o extranjeros. Esfuerzo que en mucho debe ser valorado dada la fruición que nos caracteriza por matar una y otra vez a los muertos a través del arma más letal de que disponemos: la indiferencia.

A contracorriente, este domingo 23 de junio cerró la exposición “Enrique Echeverría (1923-1972). El umbral de lo abstracto”, dedicada al “gigante sereno y gentil” en la memoria y retrato de Salomón Grimberg. Pintor notable dadas las vibraciones de color, sonoridades visuales y ecos plásticos que fatigan sus composiciones. Unas, habrá que subrayar, que sobresalen por su equilibrio formal entre ciertos ecos y fantasmas figurativos y una evanescente representación conjetural de lo real; lo indeterminado. 

Como artista en búsqueda de interlocutores formó parte de un equívoco: la llamada Generación de la Ruptura, bautizo que se le atribuyera a Teresa del Conde pero que ella misma lo desmintiera en varias ocasiones.

El origen de la expresión derivó de la muestra titulada “Ruptura 1952-1965”, montada en el Museo de Arte Alvar y Carmen T. de Carrillo Gil en 1988, que contara con un concienzudo texto de la autoría de Manuel Felguérez que debiera ser lectura obligada por su apertura, profundidad y afán crítico, donde reconoce los aportes de un sinfín de hacedores de lo imposible, incluyendo a Carlos Mérida, Rufino Tamayo y Germán Cueto, en el alejamiento del realismo ideologizante de la llamada Escuela Mexicana de Pintura (https://www.revistaimagenes.esteticas.unam.mx/la_ruptura). 

En la batalla contra el olvido Enrique Echeverría ha sido por demás afortunado dada la entrega ilustrada que en favor de su corpus estético ha emprendido incansablemente su viuda y mayor conocedora, Ester “la guitarrista”, al impulsar las revisitaciones de su obra en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, 1973 y 2003; el Museo de Arte Moderno 1980 y 2024, y el Museo de Arte Carrillo Gil, 2017. Pese a su centralidad en la cultura nacional continúa siendo, como buena parte de sus contemporáneos, poco conocido.

Con el ánimo de revalorar sus aportes se dio a la tarea titánica de concebir, compendiar y ejecutar un volumen bilingüe tan inteligente como pertinente: “Enrique Echeverría. Libertad pictórica” (2022), respaldado por el sello del Seminario de Cultura Mexicana, que a lo largo de 308 páginas incorpora textos de Sylvia Navarrete, bellísimo el de la propia Ester Echeverría quien además ofrece una cronología espléndida, Arturo López Rodríguez, José María Espinasa y Juan Rafael Coronel Rivera; antologándose otros más de Teresa del Conde, Xavier Moyssén, Salomón Grimberg, Bambi, Emmanuel Carballo, Rosa Castro, Paul Westheim, Raquel Tibol y Fernando Gamboa. 

La belleza, originalidad y trascendencia de las creaciones de Enrique Echeverría se cifra con exactitud en el juicio de Paul Westheim (“La cultura en México, 1965): “Todo lo que pudiera disminuir la intensidad a que aspira -subtonos, detalles ilustrativos, el fácil recurso narrativo- lo evita.

Se sirve de texturas para producir un movimiento dinámico dentro de las masas de color. No cansa el ojo con la enumeración de todos los objetos presentados. Mediante una bien meditada técnica pictórica, mediante intensificación destaca y subraya lo no-causal, y hacia lo no-causal dirige la mirada del espectador, que se sentirá estimulado a descubrir en las cosas que lo alienta en ellas como vida pictórica. Formar es en este arte, transformar”.

Y vaya que lo logró este coleccionista de secretos quien por su prematuro deceso nos privó de su milagrería visual, devota fiel de su intimidad con los objetos y los instantes. Le auguro una larga y provechosa vida en el triunfo de su pintura.

POR LUIS IGNACIO SÁINZ

COLABORADOR

SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM  

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