LA MANIGUA

La descampaña

El olvido de esos problemas con los que venimos cargando siglos sí son parte casi innegable de la “descampaña”, pues los enormes esfuerzos que se han hecho por borrar la corrupción siempre aparecen desvanecidos

OPINIÓN

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María Cecilia Ghersi / La Manigua / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Heraldo de México

Un enorme alivio que las campañas se hayan desvanecido, aquel circo de templetes, discursos, medallas, camisetas, logos, lonas, debates, bailes, saltos, mediocridades, diseños, canciones, tacos y sonrisas fingidas llegó a buen final.

Aunque los análisis no hayan descansado, y el recuento de los daños siga siendo tema, las ínfulas de los satélites del poder han quedado en bajo volumen porque la elección ya está lacrada en papel. Hay una ganadora incuestionable. 

Pronto volverán los roedores a buscarse un lugar dentro del mapa del poder pues se hace campaña desde el primer día de la Presidencia, y cada evento deberá ser adornado con guirnaldas y protocolos para que el triunfo resuene en los oídos atentos de todos los intereses que un país como México sostiene en todo el mundo. Las deudas del gobierno saliente se tratan de pagar aceleradas al máximo y las entregas de infraestructura y cemento corren a la par de un adiós muy sentido.

Las urnas demostraron de alguna manera que el eslogan de que el amor se paga con amor daba en el clavo, las reformas pendientes vienen a la carga, el ciclo se vuelve a cumplir y de los temas relevantes, de difícil comprensión y nula explicación en los medios, poco queda por opinar. En “democracia” a los medios les gusta el circo.

Así queda, la función acaba, los ensayos se aplacan, los discursos dejan de escribirse en manos de otros que nada tienen que ver con el montaje y los prólogos de las promesas por cumplir están en estado de borradores, previo a próximas ejecuciones. 

Las expectativas y el odio son parte del ciclo también y al pasar de unos meses, como en todo, la novedad, la rabia y la pasión pasarán y los caminos irán tomando el curso de la realidad. Es decir que, haciendo un cálculo escueto, lo que dura la realidad es unos tres años de cada sexenio, lo demás se compone de publicidad, campañas, disque solución de problemas que cargamos hace siglos y componendas políticas.

El pueblo no es tan ingenuo como les gusta repetir, la popularidad no siempre es tan rentable como la gente cree, la polarización no inició en el 2018, la desigualdad no es solo un tema de color de piel y la felicidad de los votantes depende de la percepción de todas las anteriores y muchos factores económicos y emocionales más.

El olvido de esos problemas con los que venimos cargando siglos sí son parte casi innegable de la “descampaña”, pues los enormes esfuerzos que se han hecho por borrar la corrupción siempre aparecen desvanecidos, son para la opinión pública una raya más para tanto tigre, el narcotráfico que arrasa con sociedades y comunidades enteras solo se mira desde un enfoque de seguridad y no de salud pública, la falta de debidos procesos y justicia deja familias enteras destruidas por años, la palabra mujer, feminismo e igualdad de género siguen en la espera de un reconocimiento verdadero e insistente por parte del Estado, el hambre es el pan de cada día de otros millones que no se enteraron de las elecciones, la sequía crece, los sembradores y agricultores no saben a qué otro río apostarle, la educación no es pública ni es para todos porque no se sostiene como un derecho, el transporte público multiplica las horas de cansancio de las mayorías y este país enorme, repleto de tantos contrastes y desbalances sociales sigue cargando con esa marea de saliva y tribuna por donde navegan las omisiones más básicas, van a la deriva, las pescan a ratos, pero son las que aturden y estremecen la libertad de la que tanto les gusta decir que merece cada ser humano. 

Este ciclo que parece a veces vacío, nos somete cada tanto a una espera de lo que quizás ya sabíamos que iba a pasar, la disimulamos con preguntas, queremos que algo estalle, que algo sea radical, que pase algo, que se mueva algo extraordinario porque nuestras mentes van dejando de creer en lo que tanto argumentamos de jovencitos, cada vez, una gran parte de la población adulta, va entendiendo que a este sistema le faltan anclas jurídicas, sociales y políticas verdaderas.

Pero este es el sistema electoral de nuestros países, parece que debemos estar adivinando y justificando. Así está la cosa, y así nos emociona. 

Nada es gratis, nada es espontáneo más que las ingenuidades de los que se declaran ganadores todas las veces que el poder y la astucia logra derribarlos con campañas o “descampañas”.  Volvemos a empezar. 

POR MARÍA CECILIA GHERSI PICÓN. 
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