LA NUEVA ANORMALIDAD

Lo que la oposición no entendió

¿La política antagónica no ha podido ver -o no ha querido- por qué perdió las elecciones? ¿En dónde está la mirada del poder?

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Pasadas las elecciones, pasado su resultado sorpresivo –si no en nombres, al menos en cifras–, pasada la cruda de una borrachera de meses de discusión política nacional, celebré un encargo que prometía alejarme de esa esfera: un ensayo sobre el concepto de corrección política para un libro de próxima publicación. Hundí la nariz en Doris Lessing y David Mamet, en Robert Hughes y Judith Butler. Todo iba de maravilla hasta que recalé en Paul Berman.

Historiador, escritor, intelectual público, Berman es el editor de Debating PC: The Controversy over Political Correctness in College Campuses, antología en cuya introducción argumenta una idea que trasciende la noción de corrección política para postularse, diagnóstico viable de la actual crisis global de la democracia liberal como modelo.

La Guerra de Vietnam y el accidentado camino de los derechos civiles habrían desilusionado a las mentes más progresistas de los Estados Unidos de las instituciones liberales en que habían confiado –el partido Demócrata, los sindicatos, los intelectuales– y las habrían llevado a buscar respuesta en los valores del 68 francés y la filosofía surgida de él –Derrida, Foucault, Lacan, Barthes, Bourdieu–, así como en una idea más o menos presente en toda esa corriente de pensamiento: la cultura como estructura de poder que regula el emplazamiento social de las identidades, o sea la apariencia y el origen étnico, el género y la sexualidad, la clase social.

“De Foucault… vino la idea de concebir la cultura como campo de lucha para alcanzar el poder político”, apunta Berman. A partir de esa premisa advendría una idea de mundo –en el feminismo, en la diversidad sexual, en todo identitarismo– que concibe un establishment político, económico y, sí, cultural cuya “dominación ha triunfado a partir del uso de términos como racionalismo, humanismo, universalidad y mérito literario para persuadir a la gente [¿o al pueblo?: traduzco “the people”] de su propia inferioridad.

Al someterlo a la luz del análisis de raza / clase / género, ese éxito queda revelado como la pugna por el poder que es”. Mi visión del paradigma liberal democrático –al que me adscribo a la fecha– no es ni de lejos ésa; tampoco es la de Berman. Pero coincido con él en que su crítica desde ese identitarismo cultural no es optativa: como se decía de la globalización cuando advino, no es una ideología a abrazar sino una realidad a reconocer.

Aun si con enormes lagunas –el género, la sexualidad y el medio ambiente son tres temas con los que nomás no puede–, Morena entendió eso y desarrolló su estrategia política a partir de ello. La oposición, en cambio, sorda y ciega, con hueva de leer y de pensar, se enconchó en su guarida ancien régime a ver pasar el diluvio.

Ahí malvive de ofertar una pomada que ya nadie quiere comprar.

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG Y THREADS: @NICOLASALVARADOLECTOR

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