COMANDO Y CONTROL

Recursos y conscripción

Hay un aceleramiento en el retiro y reemplazo de los equipos militares obsoletos, muchos de ellos sobrevivientes de los últimos años de la Guerra Fría

OPINIÓN

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Íñigo Guevara Moyano / Comando y Control / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Es momento de reconsiderar el papel, la función y los recursos de las fuerzas armadas.    

El gasto militar mundial el año pasado subió 12%. Relevante, pues durante la última década antes de la invasión de Rusia a Ucrania, los incrementos promediaban 1% y en algunos años eran negativos.  

El incremento es mucho más agudo cuanto más cercano un país está a una zona de guerra o una amenaza potencial. Los países del Báltico y del Este de Europa incrementaron sus presupuestos de defensa de manera exponencial, hasta en 113%, y no parece que vayan a disminuir tras el mes 28 de la invasión rusa a Ucrania. Europa occidental, que hace 30 años se había desmovilizado, tras el colapso de la Unión Soviética, ahora analiza no solo nuevos programas de inversión sino cambios sociales estructurales, como reinstaurar el servicio militar obligatorio (SMO). Los países bálticos y nórdicos todos han reimplementado o extendido sus SMO. En algunos casos, los efectos de las políticas de equidad de género se han traducido en que ahora también las mujeres serán llamadas a filas.  

En cuanto a los montos destinados a la inversión para la defensa, aumentaron en promedio 18% a nivel mundial. Hay un aceleramiento en el retiro y reemplazo de los equipos militares obsoletos, muchos de ellos sobrevivientes aún de los últimos años de la Guerra Fría. Aunque algunos analistas habían pronosticado el final de la guerra como la conocíamos, argumentando que las armas contemporáneas son los vehículos no tripulados, la inteligencia artificial, las municiones cibernéticas y los medios espaciales, las guerras actuales aún se pelean con soldados, artillería, tanques, aviones, helicópteros, buques, rifles y municiones, muchas, muchas municiones.      

 La mayoría de los productores de este tipo de armas están desde hace ya varios meses (como dirían nuestros políticos) “redoblando esfuerzos” por alcanzar niveles de producción aceptables.  La guerra se extiende, por lo tanto, a una competencia para asegurar recursos para reactivar o mantener viables las cadenas de suministros de los complejos industriales militares.

Rusia, en particular, embarca un enorme esfuerzo, pues ha visto sus fuentes de suministro y sus herramientas de financiamiento reducidas por las sanciones económicas internacionales.  

Desafortunadamente, México solo simula estos conceptos. El servicio militar obligatorio se reduce a ejercicios sabatinos para una proporción mínima de jóvenes agraciados con “bola blanca”. Instaurar un SMO serio sería un suicidio político para cualquier que lo proponga en estos momentos.  Pero valdría la pena analizar los efectos positivos que este tipo de servicios han tenido en otros países. En varios países muy avanzados, como Suecia, Singapur o Corea del Sur, los SMO serios han servido para reforzar la equidad social y de género, capacitar a la población e instaurar un sentimiento de identidad nacional que trasciende las clases sociales.  

Si bien en México el presupuesto asignado a las secretarías de Defensa Nacional y Marina vio un incremento sustancial durante la saliente administración, sirvió principalmente para financiar programas y proyectos de infraestructura social. Otra simulación. El supuesto incremento en el presupuesto militar mexicano no tuvo impacto sobre la capacidad militar del país. Al contrario, el enfoque de las Fuerzas Armadas hacia tareas socioeconómicas minimizó sus capacidades tanto para defensa, la seguridad interior e incluso la capacidad de respuesta ante desastres.   Esa última función, la más noble de las Fuerzas Armadas mexicanas, se ha visto mermada por la falta de recursos suficientes. Es momento de reconsiderar el papel, la función y los recursos de las Fuerzas Armadas. 

POR IÑIGO GUEVARA MOYANO

DIRECTOR DE LA COMPAÑÍA DE INTELIGENCIA JANES Y ACADÉMICO VISITANTE DEL ATLANTIC COUNCIL, EN WASHINGTON, D.C.

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