PORTAZO

La súbita conversión

Quienes hace apenas unos pocos meses la descalificaban hoy corretean como ratones en el laberinto para hallar la frase afortunada para abonar al interminable catálogo de sus cualidades y virtudes republicanas

OPINIÓN

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Rafael Cardona / Portazo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Es como si de pronto la luz del entendimiento hubiera caído sobre cientos o miles de cabezas, cuyo juicio previo difería diametralmente de la actual actitud entre la condescendencia y el anhelante respeto, bajo cuyo educado análisis se advierte el deseo de quedar bien.

“Quedar bien”, síntesis y fórmula para el éxito en este país, cuya filosofía es el quedarbienismo.

Todos quieren quedar bien, pero muy bien con la doctora Sheinbaum.  

Quienes hace apenas unos pocos meses la descalificaban y advertían en su futuro comportamiento —entre otros defectos— la conducta sin voluntad de una marioneta en la mano del macuspano, hoy corretean como ratones en el laberinto, para hallar la frase afortunada, el elegante retruécano con cuya escritura abonarán el interminable catálogo de sus cualidades y virtudes republicanas, democráticas e intelectuales.

Se derriten en elogios a sus cualidades de observación, análisis, responsabilidad, pensamiento ordenado, calidad científica y un (como dicen en el CIDE), un largo etcétera.

Y se comprende. Ella va a distribuir las oportunidades y el dinero, los honores y las condenas; el anatema y la fraternidad, la cercanía o el hielo del desprecio; suyos serán el poder y la gloria. Pero todavía no, se quiere demostrar desde el Palacio Nacional.

Nadie le reprocha —por ejemplo—, haber aceptado la invitación para salir de gira con el señor Presidente. 

Nadie quiere ver en ello una tolerada prueba de influencia, al menos. ¡Ah!, pero cuántos censuran al Presidente por haberla convidado. El culpable es quien invita, no quien acepta. Menos ella.

Quien hace poco tiempo la señalaba con fogoso índice inculpatorio como “narco-candidata” sin corazón, ahora la felicita por su triunfo. Y de aquella palabra infamante, ni una sola mención. Ni de ella ni de los partidos ahora en el naufragio. No vaya a ser y se nos enoje y el futuro todavía es ancho y el mundo ajeno.

De pronto a la doctora le brotan, como campo en primavera, las cualidades floridas antes ni siquiera imaginadas. Sus manchas políticas en el camino a la cima se han quedado allá lejos.

Nadie quiere mencionarlas ni volverlas a ver, porque quien mire hacia atrás en el sendero de su pasado quedará convertido en estatua de sal por todo el tiempo como dure su poder, potencia aún no probada del todo, pero para cuyo provecho los acomodaticios y oportunistas (o sea, la cargada) se preparan.

Por eso la curiosidad en la formación del futuro gabinete: a ver si entre los elegidos hay forma para el acomodo, para vivir en el presupuesto, para asegurar nómina y cercanía siquiera por seis años.

Todo se repite.

“Yo siempre estuve con usted, doctora… siempre”. No todos.

POR RAFAEL CARDONA

COLABORADOR

@CARDONARAFAEL

MAAZ