PERISCOPIO

En la UNAM, enmudeció el espíritu

El gobierno federal tampoco ha movido un dedo para rescatar al auditorio Justo Sierra

OPINIÓN

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Raymundo Sánchez Patlán / Periscopio / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Pasó inadvertido, y eso es lo preocupante. Se ha normalizado, como muchas otras tragedias en nuestro país. Pero no por eso deja de ser una herida sangrante justo en el corazón de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El pasado 20 de abril se cumplieron 25 años del secuestro, literal, del auditorio Justo Sierra, en la Facultad de Filosofía de Ciudad Universitaria. Antes de esa fecha, el recinto fue glorioso y escenario cultural de talla mundial que alguna vez recibió a lo más granado del intelecto y las artes.

Sus paredes abrazaron al estadista y ex presidente francés Charles de Gaulle, a escritores y filósofos como Umberto Eco, Claude Lévi-Strauss y Adolfo Sánchez Vázquez; a los genios literarios Julio Cortázar, Octavio Paz, Pablo Neruda y Mario Benedetti, Susan Sontag, José Revueltas, Luis Villoro, José Saramago y Carlos Monsiváis.

A cantantes como Amparo Ochoa, Chava Flores y Nacha Guevara; al actor Ignacio López Tarso, al compositor Juan Manuel Serrat y al trovador Alberto Cortez. A historiadores como Miguel León-Portilla y Enrique Florescano. Y no olvidarlo: era sede y foro de la Orquesta Filarmónica de la UNAM.

Pero luego de ese 20 de abril de 1999 que estalló la huelga más prolongada y dañina para la Universidad, los nombres que se enquistaron en el auditorio cambiaron radicalmente: lo habitaron criminales como El Chómpiras, delincuente agresor de profesores y alumnos; La Irene, El Yorch, La Fideo, El Cristo, La Española, El Abogado, El Clon, o Jorge Mario González García, investigado por narcomenudeo.

Estos ilustres, junto con sus aliados de los grupos de choque conocidos como panchos villa y los del movimiento de Atenco, convirtieron al ex glorioso recinto en un sitio pestilente que sirve a su puñado de inquilinos como vivienda, hotel de paso, picadero y bodega de ambulantes.

Adentro, paredes grafiteadas y ajadas, y un intenso hedor a orines y estiércol; sobre todo, en los baños, donde el sarro petrificado repta por los azulejos y mobiliario.

Sobre todo, lo convirtieron en una cueva de ladrones y narcomenudistas, sin que nadie en la UNAM, ni siquiera sus luchones alumnos críticos y paladines de las libertades hagan algo para auto devolverse el recinto. Porque han pasado al menos cinco generaciones de universitarios sin reclamar su derecho a ese auditorio.

De hecho, desde hace 25 años ya no reclaman por nada: no los mueven los 180 mil asesinados del sexenio, ni los muertos en exceso por la pandemia de Covid, ni los ataques del presidente y la cuatroté a la autonomía universitaria, ni el ecocidio del Tren Maya, ni la destrucción de los sistemas educativo y de salud, ni la inquisición política contra científicos, artistas, intelectuales, el INE, la Suprema Corte y clases medias… 

Han pasado cinco rectores: Francisco Barnés, el actual porrista de la 4T Juan Ramón de la Fuente, el priista José Narro Robles, el médico Enrique Graue, y el actual Leonardo Lomelí, quien lleva seis meses en el cargo y, como sus antecesores, tampoco muestra voluntad de sacar a los delincuentes del auditorio y devolverle su esplendor.

El gobierno federal tampoco ha movido un dedo para rescatar al auditorio. Han pasado cinco presidentes: Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés López. A ninguno interesó recuperarlo. Y quizá sería bueno que las candidatas a la Presidencia, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, digan si le van a entrar al rescate o no.

Todos indiferentes, volteando hacia otro lado. Pero todos con parte de la culpa por el secuestro de ese auditorio, al cual sus ocupantes se refieren como Che Guevara, lo cual por ahora es mejor. Porque en el estado en que lo tienen se parece más al Che, que al brillante y memorable Justo Sierra.

POR: RAYMUNDO SÁNCHEZ PATLÁN

RAYMUNDO@ELHERALDODEMEXICO.COM  

@R_SANCHEZP

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