LA MANIGUA

Madrecita

Ese mariachi, guapo, con el traje de lujo, que se gasta la mejor voz para alegrarle la tarde a la madrecita y cobra el doble por canción no tiene responsabilidad en nada, es solo un instrumento

OPINIÓN

·
María Ghersi / La Manigua / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

El Día de la Madre siempre ha sido cuestionado por su tinte comercial, pero a medida que pasan los años las ideas radicales van cambiando de forma y los jóvenes de ahora lo viven de otra manera. Los rituales, por su parte, también contienen un dejo de ternura y ayudan a que las familias se reúnan en torno a los temas que más les complazcan. Que celebre el que quiera y se gaste el dinero quien quiera, sin embargo, no puede negarse que ésta es una celebración de origen religioso que tuvo sus inicios en la antigua Grecia y con los años se convirtió en un tema relacionado con ofrendas a la Virgen María, para pasar a ser un día que creaba paz ante algunos conflictos históricos en Estados Unidos. En América Latina es uno de los días más importantes del calendario, pues enarbola las bondades, nunca consultadas ni estudiadas a fondo, “de aquellas que son el sostén emocional de las familias y de la sociedad”.  En México retrata sin duda todo lo anterior y además externa una condescendencia que a muchos nos sigue pareciendo incómoda por muchos años que insistamos en entender, más allá de lo tradicional, una simbología plagada de contradicciones.

“Madrecita es una palabra que no entendemos algunos, no nos es familiar usarla con diminutivo, pero tiene una razón de ser y es que el sufijo “cita” proviene del Náhuatl “zita” que significa “amado”, “amada”, y originalmente se refería a la  Madre Tierra. Todo parece calzar de manera lógica en el amplio espacio donde se desarrollan los rituales y se festejan fechas, pero el exagerado culto a la madre, a su día, sin diminutivos, más bien con palabras grandilocuentes, sigue siendo, en un país tan absolutamente machista, un tema que siempre va a discusión en cualquier mesa y causa a quienes no nacimos acá, una idea de desconfianza que también tiene sus grandes razones.

La palabra “sacrificio” sale en todos las largas explicaciones que consulté en páginas mexicanas para entender bien todo este movimiento demencial que corta el tráfico en las más grandes avenidas del país, termina con las flores de los distribuidores y se gasta la mitad de un sueldo mínimo en homenajear a quien no homenajean diariamente, a quien no le sirven ni un taco en la mesa, a quien no apoyan en la crianza de los hijos ni a temprana ni a larga edad; a quienes abandonan y no les reconocen derechos públicamente, ni procuran en las fiscalías, ni admiran cuando además de parir y criar, son el sostén, económico también, de millones de hogares mexicanos, donde ni el Estado ni la familia terminan de comprometerse y apoyar realmente. Esas madres a quienes matan después de años de golpearles no solo el cuerpo sino el alma, a aquellas que no escuchan cuando piden auxilio, a aquellas que no miran sino para hacer encargos, a muchas que cachetean cuando se les ocurre hablar, a las que les niegan y les controlan sus dineros, a las que nadie llama, nadie recuerda los 364 posteriores a la gran fecha.  Las madrecitas, las que cuidan a los hijos de los hijos de los hijos, las madrecitas lindas mexicanas, sacadas a pasear una vez al año, la madrecita que ayer violé, la madrecita que ayer maltraté en el trabajo, la madre, ese todo “amado” que tiene una fecha donde muchas y muchos pueden expiar las culpas que se mezclan con las alabanzas de la “virgencita” de Guadalupe, patrona, mujer, guía, de todos esos que las odian, las torturan y las ignoran todos los días.

Ese mariachi, guapo, con el traje de lujo, que se gasta la mejor voz para alegrarle la tarde a la madrecita y cobra el doble por canción no tiene responsabilidad en nada, es solo un instrumento. Aquel jefe que decidió que se le pagará menos que a sus colegas a la madrecita linda, el fiscal que negó las carpetas a la que acaba de perder a su hija, el que amarró a la madre de sus hijos cada fin de semana, el que la hundió de humillación por años,  el que le negó el sueldo mínimo a la que le ayuda en el hogar porque tiene hijos muy pequeños, el que se saltó el nombre de una colega para dejarla al final de la lista y los que prometieron darle razón e información de su paradero a todas las madres de este país que buscan incansablemente a sus hijos, sí que tienen responsabilidad, claro que la tienen, y no deberían estar el 10 de Mayo cantando mañanitas ni regalando una comida que debería abarcar los 365 días del año.

Ni Mariachi ni nada, ni regalos, ni mañanitas, ni cursilerías, ni grandes escenarios, ni repartición de licuadoras y trapos en campaña, ni programas en vivo, ni valerse de lo popular.  Es tal el horror que han vivido tantas que ese 10 debería ser un día de duelo nacional. Un día de duelo, de duelo, mucho duelo. Qué manera de tratar al “sostén emocional y familiar de una sociedad”.

POR MARÍA CECILIA GHERSI PICÓN. 
HTTP://MACHIXBLUE.BLOGSPOT.COM/
TWITTER: @MACHIXBLUE

PAL