POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

La nueva carrera armamentista: es la misma, pero no es igual

Hay una carrera armamentista especialmente preocupante. La competencia hegemónica entre China y Estados Unidos significa un incremento del gasto militar de las dos superpotencias

OPINIÓN

·
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El último Informe del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación sobre la Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés), subraya que en 2023 el gasto mundial en armamentos se incrementó en 6.8 por ciento respecto al año anterior, alcanzando la estratosférica suma de 2.4 trillones de dólares. https://www.dw.com/es/sipri-24-billones-de-d%C3%B3lares-en-gasto-militar-mundial/a-68884472 

Para poner esa cifra en perspectiva hay que compararla con el monto total de la Asistencia Oficial al Desarrollo (AOD) para el mismo año que, según la OCDE, fue de 227 mil millones de dólares. O sea, el gasto en armamentos fue más de diez veces mayor que el monto total de la cooperación para el desarrollo. La industria armamentista mundial está en jauja. Mientras, se multiplican las crisis alimentarias en muchas naciones del mundo. https://focus2030.org/Sensible-aumento-de-la-Ayuda-Oficial-para-el-Desarrollo-en-2023 

¿Qué explica ese constante incremento en los gastos en armamentos? Sin duda, las guerras en Ucrania, Gaza y las tensiones geopolíticas en Asia Pacífico son parte de la respuesta. Estados Unidos y los países de la OTAN aumentan sus gastos militares. Rusia incrementa los suyos. China también los aumenta, lo que hace que sus vecinos inmediatos, Corea del Sur, India, Japón, Filipinas y Australia tomen el mismo camino. 

Pero, de acuerdo con el SIPRI, el gasto militar se elevó en todas las regiones del mundo, incluyendo América Latina. Muchos gobiernos están destinando más recursos a sus fuerzas armadas y al gasto armamentista. La tendencia confirma que las políticas de seguridad se están militarizando en buena parte del mundo, alejándose de concepciones más amplias, basadas en el desarrollo sostenible e instituciones sólidas.

Hay una carrera armamentista especialmente preocupante. La competencia hegemónica entre China y Estados Unidos significa un incremento del gasto militar de las dos superpotencias. Aunque nuestro vecino triplicó el gasto de China en 2023 (916 mil millones frente a 300 mil millones, respectivamente), las dos potencias están aumentando sus gastos militares. 

En apariencia, se trata de una carrera armamentista igual a la que Estados Unidos y la Unión Soviética libraron entre 1945 y 1990.  Aquella carrera también se insertó en una competencia hegemónica. Sin embargo, esa carrera finalizó a mediados de la década de los ochenta cuando la Unión Soviética, que dedicaba más del 20 por ciento de su PIB a la industria armamentista, no pudo seguir compitiendo porque carecía de los recursos económicos para hacerlo.

Al tomar el poder en 1985, el entonces nuevo líder soviético, Mikhail Gorvachov, aceptó la imposibilidad de seguir compitiendo en una carrera que su país no podía ganar, y que desviaba recursos que podrían invertirse mejor en el bienestar de su población. Por esa razón, buscó un acuerdo con Ronald Reagan, para reducir los misiles y armas nucleares de ambas superpotencias, eliminarlos de Europa, y reducir las fuerzas convencionales en esa región. Los acuerdos sobre desarme que Estados Unidos y la Unión Soviética firmaron entre 1987 y 1991, eran esenciales para los planes de Gorbachv de reestructuración económica, la llamada pereztroika. 

Lamentablemente para el último líder soviético, su pereztroika fracasó. La economía soviética se hundió aún más. Pero el fin de la carrera armamentista sí contribuyó al fin de la guerra fría, proceso que eventualmente también llevaría a la caída del muro de Berlín, a la reunificación de Alemania, a la disolución del bloque de países socialistas de Europa Oriental alineados con la Unión Soviética y, en 1991, a la desaparición misma de la superpotencia.

Pero China no es igual que la antigua Unión Soviética. Es la segunda potencia económica mundial, solo después de Estados Unidos, y podría convertirse en la primera en quince o veinte años más. Su PIB representa el 20 por ciento del producto mundial. Ha desplazado al país norteamericano como el principal socio comercial de la mayoría de los países de África, Asia, el Pacífico, Europa y América Latina, con la significativa excepción de México. 

China también es una superpotencia tecnológica, líder en las ramas que más importan en el siglo XXI, como la inteligencia artificial, la biotecnología, la producción de alimentos y las nuevas energías. El gigante asiático quiere que Taiwán se reintegre, lo más pronto posible, al resto del país. Y también está buscando dominar el mar del sur de China, vital para las comunicaciones y el comercio de todos los países de la zona, especialmente para Japón, Corea del Sur, Filipinas y Vietnam.

China ya es una superpotencia militar, que ha tomado la decisión de modernizar y ampliar sus fuerzas armadas, incluyendo el desarrollo de un arsenal nuclear que elimine su desventaja estratégica frente a Estados Unidos. Además, ha formalizado una alianza con Rusia que, aunque no contempla una abierta cooperación militar, por lo menos hasta ahora, cada vez más parece implicar apoyo político mutuo para hacer frente a Estados Unidos. 

En suma, a diferencia de la desaparecida Unión Soviética, China sí tiene la capacidad comercial, económica, tecnológica y militar para competir con Estados Unidos en una nueva carrera armamentista. Una carrera que, inevitablemente, tendría efectos sobre el resto del mundo. 

Fiel a su tradición histórica, México debe denunciar la nueva carrera armamentista que hoy parecen estar contemplando las principales potencias militares. 

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS IZQUIERDO

DIPLOMÁTICO DE CARRERA Y PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
@miguelrcabanas

miguel.ruizcabanas@tec.mx

EEZ