Hablar de las relaciones actuales entre México y China no es sencillo. Pienso que hay dos visiones que explican las recientes acciones del gobierno mexicano con relación a ese país. A primera vista, se puede decir que se pasa por un buen momento. La reunión del presidente Andrés Manuel López Obrador con el Excmo. embajador Qiu Xiaoqi, Representante Especial del Gobierno Chino para Asuntos Latinoamericanos y vicepresidente de la Asociación China de Diplomacia Pública, el pasado 15 de abril, así lo demuestra.
Aunado a esto, durante la ceremonia del día de la cultura china celebrada en la embajada de ese país al día siguiente, el actual embajador, Excmo. Zhang Run, ofreció un discurso en el cual se enfatizaba en las estupendas relaciones, especialmente las comerciales, que se vieron reflejadas por un aumento del comercio total que, de acuerdo a fuentes chinas, en el 2023 alcanzó 100 mil 225 millones de dólares, un aumento de 6.3 por ciento con respecto al año anterior.
Paralelamente, el embajador Zhang Run no dejó pasar la oportunidad de establecer lo que para China debería ser la postura de dos países provenientes del “Sur Global” que se encaminan a “colaborar estrechamente en el aspecto multilateral, defendiendo firmemente el multilateralismo y la democratización de las relaciones internacionales, protegiendo la justicia internacional y los derechos legítimos de los países en desarrollo.
China y México están profundizando la cooperación regional en marcos como el Foro de China-CELAC, promoviendo relaciones latinoamericanas en la nueva era a seguir avanzando a pasos duraderos…China y México están en etapas clave de desarrollo, y Beijing valora altamente el papel de México en asuntos internacionales y regionales. Mirando hacia el futuro, las perspectivas para el desarrollo de las relaciones de China y México son amplias y tienen un gran potencial”.
A pesar de la visita del Representante Especial del Gobierno Chino, embajador Xiaoqi al presidente López Obrador y del mensaje de amistad y de alianza estratégica con México del embajador Zhang Run, el 22 de abril, se publicó en el Diario Oficial de la Federación la disposición por parte de la Secretaría de Economía de México de imponer aranceles que van del 5 al 50 por ciento a 544 partidas arancelarias que contemplan productos como acero, aluminio, textiles, calzado, plásticos químicos, material eléctrico, entre otros productos, con el fin de combatir el comercio desleal de empresas de origen asiático. Está claro que dicha disposición tenía un destinatario específico y valdría la pena preguntarnos si la relación con China tiene una cara o dos.
La señal que se manda es confusa y de alguna manera, las posibles inversiones y flujos comerciales provenientes del dragón asiático podrían desalentarse, independientemente del fenómeno de relocalización por el que atraviesa México y del que tanto se habla.
Quizá, algunos actores económicos nacionales e internacionales aprovecharon la coyuntura política electoral para ejercer presión y establecer dichas medidas.
Ojalá que esto sea una coyuntura y pronto se de paso a un acercamiento con una sola postura no sólo con China, sino con otros países en Asia, que son estratégicos para la economía mexicana y para la diversificación comercial que se necesita emprender para no poner todos los huevos en una sola canasta.
POR: ADOLFO LABORDE
COLABORADOR
PAL