HIEL Y MIEL

El resentimiento

A María Amparo Casar

OPINIÓN

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Tere Vale / Hiel y Miel / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Como psicóloga sé que algunos seres humanos se divierten en esta carrera de obstáculos que es la vida haciendo daño y que disfrutan con el dolor ajeno. He conocido en el trabajo clínico y en la vida real a muchos de ellos: los resentidos.

Los humanos, inevitablemente, hemos recibido, de una forma u otra, golpes afectivos. Hemos sido humillados, derrotados, despreciados, mal queridos, lastimados; a todos nos han roto el corazón, hemos sentido que tenemos “mala suerte” o que hemos fracasado.

Pero nuestra conciencia—cualquier cosa que eso sea— es benévola y nos cuida; nos hace olvidar las vivencias desagradables y seguir adelante. Sin embargo, seres, seguramente más inmaduros emocionalmente hablando, fermentan en su interior estos malos momentos y los van guardando podridos hasta que pueden deshacerse de ellos escupiéndolos al otro.

Uno de los rasgos más relevantes del resentido es su falta de generosidad, podríamos decir que preocuparse por su entorno no forma parte de su repertorio emocional. Otra característica es su incapacidad para olvidar y seguir. El arquetípico Conde de Montecristo vivió años en prisión alimentado solo por su deseo de venganza, recordémoslo.

El verdadero amor es algo que el resentido desconoce y su calidad moral sencillamente es mediocre. No olvida sus rencores, algunos reales, otros inventados, y vive para destruir a quienes son el objeto de su resentimiento. Especialmente recuerda a los que han impedido que se cumplan sus deseos.

Dice Gregorio Marañón, médico e intelectual español del siglo pasado y analista de gobernantes resentidos (Tiberio, el emperador romano, es uno de ellos) que no hay que confundir el odio con el resentimiento. Todos hemos sentido esta pasión por alguien en algún momento, los humanos ocasionalmente odiamos como un asunto personal. El resentido, por el contrario, necesita de una venganza social, como una reacción incubada que va dirigida más a un grupo que a un individuo.

La distinción o el triunfo que no logró, “injustamente”, en un momento dado es el motor de esta pasión que tarde o temprano afectará a muchos otros.

El triunfo no cura al resentido, su empoderamiento hace que su mal se agudice. Al vencer al fin a todos sus enemigos confirma que él había vivido una enorme injusticia que refuerza sus pulsiones violentas hacia quienes supuestamente lo vejaron. 

Los populistas que hoy gobiernan a buena parte del mundo, muchos de ellos resentidos, dividen a sus gobernados en buenos y malos, los que no están de acuerdo con ellos son traidores, los traidores que se pliegan a sus deseos son inocentes y todos títeres a usar para sus venganzas. Utilizan los rencores de la muchedumbre a su favor para acumular poder y no se conduelen nunca por nadie ni por nada.

Hay muchos ejemplos de gobernantes que así son. Puede usted seleccionar al populista de su preferencia para verlo retratado en este texto, hágalo sin ningún recato, finalmente todos son iguales. 

POR TERE VALE

COLABORADORA

@TEREVALEMX

MAAZ