PORTAZO

Un país de caricatura

Nuestros mejores momentos son imitativos, hacemos cosas con las manos, no con el pensamiento

OPINIÓN

·
Rafael Cardona / Portazo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Evidentemente, México no ha logrado el desarrollo en ningún sentido. Vivimos sometidos a influencias Y dependencias de las economías y academias científicas extranjeras. Desde el molcajete, el trapiche y el metate, no hemos inventado nada por estas tierras. Nunca.

No hemos creado nada, ni logramos conocimiento. Nuestros mejores momentos son imitativos o bruscamente manufactureros, hacemos cosas con las manos, no con el pensamiento; la tecnología es campo vedado para quienes encuentran en la magia la confirmación de su liderazgo intelectual y político. 

Desde hace varios días hemos visto —en la discusión pública o en los salones legislativos, como el Senado—, una triste exhibición de irredimible atraso. 

Como desde la cima del poder se justifican (y hasta se consagran como mérito) la ignorancia y el atraso con la cursi frase del “México profundo”, todos quieren “bucear” en esas simas; sin reparar en el peligro de otorgarle valor nacional a la miseria intelectual. Todo se justifica en el refugio de las tradiciones, perpetuadas en un monótono canto a una imaginaria libertad, sin espacio para la reflexión sobre el mundo en el cual vivimos.

De entre muchos ejemplos de nuestra rudimentaria condición encuentro dos inmejorables.

El primero, la disposición machista de una calavera cuya leyenda, en una camiseta, nos advierte la condición para una verdadera masculinidad: no hablar mal de López Obrador. ¿Tendrá relación el conteo de la testosterona con el fracaso de la Cuarta Transformación? ¿Un verdadero hombre atestigua sin chistar el despojo de las Afores? 

Al parecer sí. Al menos eso dice el responsable del sistema público de radiodifusión, Jenaro Villamil.

Pero si esa exhibición a pecho franco del experto en hombres verdaderos no fuera suficiente, la playera se convirtió en enorme manta desplegada en el salón de sesiones del Senado por la aguerrida y siempre estridente Lily Téllez (¡Ay, Dios!) quién rosario en mano quiso exorcizar la herejía demoníaca como si ambas cosas no fueran en el fondo patrañeras. 

Inmersos en un mundo interconectado e interdependiente, alejados de la creatividad intelectual, perdidos en el desastre de absurdos y supercherías, como degollar gallináceos en tributo fervoroso a Tláloc.

Seguimos bailando con cascabeles en los tobillos,  sin ciencia ni conciencia en el país del “mal de ojo”, la pata de conejo, los ajos tras  la puerta, el cirio negro, el huevo en la frente, la limpia, el sahumerio, el “trabajito”, el amarre, la brujería blanca y negra, el babalao de importación; en una palabra, el atraso orgulloso de su pasado, con cerrojos hacia la puerta del futuro,  cuando otras naciones —en el primer cuarto del Siglo XXI y la revolución  digital—, ya se disputan las estrellas y los lejanos planetas.

POR RAFAEL CARDONA

COLABORADOR

@CARDONARAFAEL

MAAZ