Un niño le preguntaba a su padre: “¿Y qué está más cerca, Granada o la luna? Pues mira, ¿tú qué ves desde aquí? Pues la luna. Pues la luna está más cerca, entonces”.
¿Cómo es la realidad que conoces? ¿La realidad que te pintas? ¿Qué está más cerca, una creencia o la realidad? ¿Qué es lo que te han contado que es verdad?
Hay decisiones en la vida que nos encaminan para transformarnos, para vivir una realidad basada en lo que somos. La vida evoluciona, nosotros evolucionamos. ¿Qué está más cerca si desde aquí se ve la luna, pero somos incapaces de ver lo que hay dentro de nosotros?
Son películas que se van grabando. Personajes que adoptamos que se apegan mejor al guion que nos está dictando la vida. Es indispensable poder reconocernos como el centro de nosotros, ¿qué historia me estoy contando?
¿Cuántas naves tienes que tomar para volver a ti? Aquellas que quemaste con esa decisión importante en tu vida. Quemamos nuestras propias naves, aquellos botes salvavidas que nos salvan de una emergencia. Nos quedamos desprotegidos porque nosotros mismos no supimos cuidarnos. No supimos tener esas reservas de fe para ti mismo.
¿Cuántos bailes puedes bailar con unos zapatos que no te quedan? Puedes terminar un tablao entero con los pies destrozados y con la sorpresa de que los zapatos nunca crecieron… Y que fue tu pie el que se deformó. ¿Quién está mal?, ¿los zapatos por ser pequeños?, ¿tú por haberlos escogido? O simplemente no eran para ti. Nada está bien y nada está mal.
Entonces el mismo niño, después de un espacio de silencio, siguió preguntando a su papá: “Y entonces ¿por qué el flamenco es tan bonito si para cantarlo te pones tan feo?”. El papá le contestó: “¿Qué no todos estamos compuestos de luz y sombra?”.
¿Qué no de las sombras y del dolor pueden salir cosas preciosas? Hay gente que se enojará, pues aún cuando te echen tierra, si tienes a Dios dentro de ti, te podrán salir flores. Y entonces se enojarán aún más.
“Recuerda chaval… no te distraigas con estrellas fugaces. La luna es tuya. Y lo más importante de todo. Haz un espectáculo digno de que Dios lo vea”.
Por eso el flamenco y ese cante hondo y de dolor es la poesía más pura que puedes encontrar. Por eso puede estar más cerca la luna que Granada. Pues todo depende desde dónde lo mires.
“Y podrás crecer, y te desmentirán todo esto que te estoy diciendo. Pero sólo hay algo que jamás te podrán robar, que es esa llama que incendia el alma. Que se llama Dios, que se llama vida. Esa flama que se convierte en flamenco para nosotros. Habrá gente que le moleste aquello que el fuego es. Te podrán decir que quema. Yo te digo que si lo sabes cuidar y encausar, el fuego calienta, ilumina, y quien no lo tiene no lo entiende, por eso dicen que es peligroso. Jamás le pongas un capelo, que por más bonito que sea sólo se va a asfixiar el fuego”.
Muchas veces la única salida es para arriba. Sólo te queda convertirte en Rey y tener el poder de reinar. Tu propio reino, que eres tú. Donde claro que hay valles soleados, y también cavernas peligrosas. Conócelas y mantén la flama viva.
POR PAOLA ALBARRÁN
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