COLUMNA INVITADA

El regreso del autócrata

El caso de Bukele no es muy distinto al de Milei, Chávez, Ortega, Putin, Recep Tayyip Erdogan, Mussolini...

OPINIÓN

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Javier García Bejos / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El arrollador triunfo de Nayib Bukele en las elecciones del pasado domingo (más de 85 por ciento de los sufragios, según el propio presidente) arroja preocupantes señales sobre el resurgimiento de una nueva ola de regímenes autoritarios que amenaza a los sistemas democráticos en todo el orbe. Y lo que me parece más alarmante es que no nos estamos enfrentando a nada nuevo, la figura del autócrata ha seguido un patrón más o menos similar en los últimos cien años.

Se trata de políticos, con o sin mucha experiencia, astutos, megalómanos y muy hábiles al momento de leer y aprovechar el malestar de sus conciudadanos para llegar al poder por la vía democrática, y una vez instalados ahí, ir poco a poco erosionando, debilitando y desacreditando el papel de las instituciones que los llevaron al poder con el objetivo de perpetuarse ahí a ellos mismos o a su partido.

El caso de Bukele no es muy distinto al de figuras como Javier Milei, Hugo Chávez, Daniel Ortega, Vladimir Putin, Viktor Orbán, Recep Tayyip Erdogan, Kim Jong-un, el ayatolá Jomeini, Francisco Franco, Benito Mussolini, entre muchos otros líderes autoritarios y dictatoriales que han desfilado por los pasajes más oscuros de nuestra historia.

Hijo de un inmigrante palestino que erigió su fortuna en un pequeño pueblo de San Salvador, Nuevo Cuscatlán, donde Nayib fue presidente municipal, este rockstar de la política latinoamericana supo imprimir su sello ya desde ese pequeño primer cargo, donde dejó su impronta y que puede ser verificada por cualquiera que visite su ciudad natal, ya que encontrará la consonante inicial de su nombre plasmada por doquier y un fiel culto a su figura tatuado en el alma y espíritu de sus compatriotas que lo consideran un enviado de Dios.

Lo más perturbador es que la anécdota mesiánica tiene su correlato en la data dura ya que Bukele goza del 90 % de aprobación y su cuestionable pero efectivo, hasta ahora, método para erradicar momentáneamente la violencia que azotaba a El Salvador, ha hecho eco en todo el mundo, le ha permitido convertir a la oposición de su país en un ente político cuasi testimonial, modificar la Constitución a su antojo, de ahí la posibilidad de su reelección y gobernar bajo el estado de excepción, lo que ha desencadenado en detenciones arbitrarias y sin apego al debido proceso.

Trato de entender la posición de los salvadoreños, hastiados de tanta ineptitud por parte de gobiernos previos a Bukele que permitieron el ascenso y consolidación de bandas criminales como la Mara Salvatrucha y Barrio 18, ahora todas ellas tras las rejas, y que mantenían a la población en un estado permanente de terror. Esto es sintomático de un Estado fallido y de un conjunto de instituciones incapaces de brindar lo más elemental a sus ciudadanos: seguridad.

Desafortunadamente esta tendencia parece ser una suerte de virus invasor con una enorme capacidad para replicarse; la democracia y sus instituciones le han fallado tanto a la sociedad que la han puesto en la disyuntiva de sacrificar libertades en aras de conservar la vida. Así de dramática es la realidad por la que atraviesa no solo América Latina, sino muchas regiones de todo el orbe.

La figura del autócrata es una especie de eterno retorno que cobra fuerza cada cierto tiempo, me atrevo a decir que nos está tocando vivir ese déjà vu.

POR JAVIER GARCÍA BEJOS

COLABORADOR

@JGARCIABEJOS

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