LA NUEVA ANORMALIDAD

En boca cubierta no entra Covid

La vacuna y el cubrebocas en lugares cerrados y concurridos son hábitos que llegaron para quedarse, como el Covid

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Varios me han instado a cambiar el nombre de esta columna: “¡‘La nueva anormalidad’ suena tan 2020!”, me dicen con desparpajo antes de despedirse de mí para abordar el metro multitudinario, o embarcarse en el Airbus a latitudes distantes, o fundirse con hordas en el concierto masivo, o irse a perrear con personas a las que acaso les conozcan las mañas pero no los gérmenes.

Me he negado, y es que creo que en efecto vivimos una nueva realidad, y que ésta es heredera de la pandemia. “¿La junta es presencial?”, pregunto a mi cliente. “No”, me responde, acuérdate que los lunes hacemos HO”. (Signo inequívoco de que vivimos una nueva anormalidad es saber que esas siglas significan home office.)

Nuestro consumo se ha virtualizado: vamos menos al súper, nunca a la farmacia o a la librería; vestimos zapatos indios, pantalones británicos, camisetas japonesas y todo lo demás chino no porque hayamos hecho visitas recientes a esos países sino porque nos hemos topado esos productos en nuestro feed. También vamos menos al cine, actividad tan en peligro de extinción que cuando una estrella de Hollywood reivindica su importancia al aceptar un Globo de Oro recibe una ovación digna de una heroína cultural.

Sin embargo, pasada la emergencia sanitaria, somos remolones para vacunarnos. Tampoco acabamos de comprender –a diferencia, por ejemplo, de los japoneses– que el cubrebocas no es prerrogativa de hipocondriacos sino principio de buena convivencia en espacios cerrados y concurridos. Si lo formulo en primera persona del plural es porque me incluyo.

Escribo esto tras mi segundo contagio de Covid, contraído tras lo que ahora significo como múltiples irresponsabilidades –aviones, aeropuertos, teatros, tiendas, museos, todo sin cubrebocas– cometidas en un viaje de fin de año. Por fortuna ha pasado ya –el domingo di negativo– y sus síntomas fueron menores: lo experimenté como un pequeño catarro.

Mi esposa, por desgracia, no puede decir lo mismo: un cuadro mucho más delicado –fiebre, debilidad, baja oxigenación, inapetencia– le valió una prescripción de molnupiravir (el reto logístico de conseguirlo fue mayúsculo, y barato no resultó). Si bien el resto de los síntomas ha cedido ya, a la fecha no ha logrado recuperar los niveles de oxigenación previos a la enfermedad y se apoya con una concentradora de oxígeno.

El primer contagio, en pleno pico de la pandemia, fue amable para ambos. ¿Cómo podíamos prever que el segundo suyo no lo sería? ¿Cómo saber si el próximo mío –de haberlo; ojalá no– lo será? (Cierto es que ella acusa una comorbilidad –es diabética– pero yo también una –soy hipertenso.)

Prever es imposible; prevenir no. Vacunación sistemática. Cubrebocas en lugares cerrados y concurridos. Ésa es la nueva anormalidad. Parece haber llegado para quedarse.

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG y Threads: @nicolasalvaradolector

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