COLUMNA INVITADA

Casa de orates, nuestra política

El caballero de la triste figura y su escudero Sancho resultan huéspedes de don Diego de Miranda, su esposa Leonor y su vástago poeta Lorenzo

OPINIÓN

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Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

 “...al traductor desta historia le pareció pasar estas y otras semejantes menudencias en silencio...[...]  

—No le sacarán del borrador de su locura cuantos médicos y buenos escribanos tiene el mundo: él es un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos”. 

El Manco de Lepanto. 

Esto nos convida Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Segunda Parte, capítulo XVIII: De lo que sucedió a don Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán, con otras cosas extravagantes, impreso en Madrid por Juan de la Cuesta, a la venta en casa de Francisco de Robles, librero del Rey Nuestro Señor, 1615. [Año de la matanza de los balleneros vascos en Islandia, por sus fechorías.]  

El caballero de la triste figura y su escudero Sancho resultan huéspedes de don Diego de Miranda, su esposa Leonor y su vástago poeta Lorenzo. A la hospitalidad se sumó la curiosidad y los varones procedieron, con suma discreción, a ponderar los méritos del justiciero andante quien, por desusado y estrafalario, daba la impresión de carecer de algunas tuercas y tornillos. Entablan pues, breve pero aguda conversación sobre los méritos de la poesía para salir de dudas. Tras bambalinas el narrador fue testigo mudo de tal esgrima y apunta el juicio sumario del heredero de la masía: los dejos locuaces hacen que el examinado comparezca con tachaduras propias del delirio, “en borrador”, y aun así lo haga pleno de pausas inteligentes, “lúcidos intervalos”. 

Carente de tal gracia, la insensatez prevalece en la escena política mexicana. Oscila de la banalización de los temas de la agenda pública y sus corolarios de vulgaridad y fanatismo al franco e hiriente duelo de pasiones e intereses. Los actores de semejante ópera bufa, que en su trama van pariendo frutos envenenados sin humor alguno, hacen presa de todos nosotros convirtiéndonos en una sociedad no pensante, del espectáculo como la calificaba Guy Debord (La société du spectacle, 1967), donde los ciudadanos dejan de serlo transformándose en consumidores y sufragados incapaces de opinar crítica y responsablemente de los temas que les conciernen, abdicando de sus voluntades y conciencias: “la pérdida del vivir de la vida”.  

El debate brilla por su ausencia, queda sepultado en un alud de ocurrencias y sobretodo de escenas dignas del teatro de revista. Tenemos pues una oferta variada del vodevil y hasta el burlesque, de las corcholatas impúdicas frente a semejante bautizo y su objetora de conciencia, ella misma una invención del inquilino de Palacio Nacional, pero lo ignora o hace que no lo sabe. Desfile de grotescas botargas de mojiganga. Casa de orates, nuestra política. Carnaval fuera de temporada que dada la horda de aspirantes-candidatos-suspirantes nos deparará más sinsabores que alegrías. Al tiempo... 

Ojalá los involucrados, el astro menguante, sus satélites y el asteroide, amén de esos factores reales de poder narcisistas, “con el alma del revés” que calificaba Francisco de Quevedo, recuperen su órbita por la salud de la República, hoy maltrecha y en entredicho. Desearía que se imbuyeran del ideario del caballero andante registrado en el mismo pasaje, que “ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos y, finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida el defenderla”. Lo dudo. 

¡Qué ganas de equivocarme! 

POR LUIS IGNACIO SÁINZ

COLABORADOR

SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

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