LA ESCENA EXPANDIDA

El poder mediático de los “famosos”

El inusitado éxito La casa de los famosos obliga a hacer un análisis, no del programa, sino de la fórmula, de las historias que se gestaron y del consumo en la era digital

OPINIÓN

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Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Menospreciar o pasar de largo frente a un programa de televisión del que estuvieron pendientes millones de mexicanos, no puede ser visto más que producto de la soberbia esnob de quienes creemos habitar el Olimpo de la cultura y de las artes y, por lo tanto, creemos tener, de manera exclusiva, la capacidad de la comprensión del alma del mundo.

Sí, me refiero a “La casa de los famosos”, que revivió a la televisión y le devolvió a Televisa el rating al que estaba acostumbrada en sus años, digamos, de mayor poder sobre la audiencia mexicana. Y esto, dicho así, es una proeza, porque le dio oxígeno a una empresa que venía en caída libre, frente a la competencia que representan los creadores de contenidos en las redes sociales.

Pero no podemos decir que sólo fue un logro de la televisión, de hecho, las redes sociales fueron el escenario en donde el programa creció exponencialmente, de tal forma que no afirmaremos un triunfo de la televisión sobre las redes sociales, sino la confirmación del poder de las redes sociales en la sociedad mexicana.

Nos guste o no, ese reality show captó la atención de millones de espectadores, de acuerdo con la propia empresa televisiva. Según los datos de la televisora, la ganadora Wendy Guevara obtuvo poco más de 18 millones de votos, una cantidad que ya quisiera cualquier candidato a un cargo de representación popular. 

La gran ironía es que no eran famosos los incluidos en ese reality, pero ese show los convirtió en celebridades efímeras. Luego vendrán otros, y otros y así hasta que el modelo se agote. ¿Qué tuvo de particular este reality? Una fórmula que cala profundo en la educación sentimental de los mexicanos, formada básicamente por las telenovelas, y que se relacionan con el amor romántico, idílico. En este caso funcionó claramente la fórmula de Cenicienta y su variación en Shrek. La relación entre Wendy, la transgénero no agraciada, y el guapo príncipe representado en el actor Nicola Porcella.

El actor peruano Nicolla Porcella y Wendy Guevara siguieron el guión asignado que les aseguró el triunfo.  Representaron una relación tóxica, de pleitos y reconciliaciones, y la idealización de un amor inexistente. Pre fabricado por la televisión, el público se desbocó en la presunción de una relación amorosa que prácticamente exigen que continúe; así que no deberá extrañarnos que pronto haya algún programa llamado “Wencola” o alguna otra fórmula que incluya a los dos grandes protagonistas de esa casa que no incluyó a famosos, pero sí a personajes que estuvieron dispuestos a venderse para actuar en aquel circo de tres pistas.

Si bien es un fenómeno digno de estudio, no es propósito de esta columna ir más allá en el análisis de este programa televisivo, sino de llamar la atención en relación con la complejidad del mundo contemporáneo y de lo que podríamos llamar la era digital. Si en otros tiempos fue la televisión, hoy las redes sociales se encargan de hacer “viral”, popular o famoso a una persona o a un suceso e incluso a una leyenda o rumor.

En la colaboración anterior de nuestro espacio La escena expandida, titulada ¿A quién le hablan los artistas de la escena?, planteamos la lejanía cada vez más amplia entre las propuestas de los artistas de la escena con la sociedad mexicana. Varias preguntas se nos vinieron a la cabeza, sobre todo la reflexión en relación a qué historias deberían contarse en la escena para poder intrigar, generar interés y acercarse de manera sensible al público para el que se hacen las obras de arte. No se trata de ser complaciente, tampoco de emular a “La casa de los famosos”. Pero sabemos que no existen temas banales, pero sí formas banales de abordar los temas o de exponer un punto de vista.

En ese sentido, si una persona como Wendy Guevara recibió alrededor de 18 millones de votos, el reality debería llamar nuestra atención y analizarlo desde diferentes perspectivas. No desdeñar o ignorar, porque perdemos la oportunidad de tomarle el pulso a la sociedad del siglo XXI, y repensar el quehacer de los artistas de la escena.

Si como dice la televisora se recibieron en conjunto, en la final del reality, 40 millones de votos, estamos ante un suceso que definitivamente no es menor. Desde mi punto de vista es un llamado de atención de la sociedad a quienes crean historias y las montan en diferentes formatos, para su consumo.

Una vez más insistimos, si el arte no se incluye desde la educación básica, para sensibilizar y educar a los ciudadanos del futuro, seguiremos viendo fenómenos como el de “La casa de los famosos”. Si, por el contrario, nos preocupamos por la formación de la sensibilidad y generar una cultura dancística, teatral, operística, balletística, plástica, visual, sería y rigurosa, podríamos atraer a más públicos a los escenarios en el futuro.

El problema es complejo porque se ha perdido el tiempo en discusiones infértiles y no nos hemos preocupado por atacar los problemas de fondo y desde la raíz. Exigir una política pública que eduque a nuestros niños y niñas en las artes, reflexionar de manera autocrítica sobre nuestro quehacer, relacionarnos con el entorno para establecer lenguajes cercanos y empáticos es una tarea indispensable e impostergable. Artistas, críticos, promotores, gestores e instituciones tendrán que unir fuerzas para generar un cambio acorde a los retos que impone la era digital y la enorme producción de contenidos a los que tiene acceso el ser humano en el siglo XXI. 

POR JUAN HERNÁNDEZ
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