COLUMNA INVITADA

Volcanes icónicos

¿Qué es una ciudad sin la geografía que la rodea y se adentra en ella?

OPINIÓN

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Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

¿Qué es una ciudad sin la geografía que la rodea y se adentra en ella? Por un momento, detengámonos a observar todo el espacio que envuelve a una gran metrópolis: bosques, colinas, desiertos, montañas, mares, ríos y volcanes, estos últimos, símbolos emblemáticos de ciertas urbes. En muchas postales de Tokio, no puede faltar el Monte Fuji, así como el volcán de Agua en Antigua Guatemala se convierte en una bella imagen pintoresca. Estas gigantescas cumbres de fuego son origen de tragedias, muertes, miedos y sustos, es cierto, pero también proveen material al arte, desde la literatura hasta la pintura.

Las letras decimonónicas de una poesía dedicada a la ciudad de Puebla lo demuestran: “Y allá en el horizonte, en el ocaso, cual gigantescos, imperiales guardias, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, su vasto trono y su grandeza amparan”. Sería muy centralista relacionar únicamente a la Ciudad de México con la imagen de estos volcanes. Varias ciudades, bajo el amparo de estos titanes, parecen cobrar vida, como si cada volcán fuese el corazón palpitante que alimenta la existencia urbana en sus cercanías. Aunque temidos, son una esencia innegable de la geografía que rodea a las urbes.

Cada uno de ellos relata historias de erupciones pasadas y la historia de sus alrededores. Por ahí, entre los dos gigantes, pasó Hernán Cortés para llegar a Tenochtitlan. Siglos más tarde, en las faldas de estas estructuras geológicas, los zapatistas establecieron campamentos durante la revolución. ¿Cuánto no ha sucedido ahí? En su furia destructiva hay una promesa de regeneración en forma de tierra volcánica, tan fértil que da lugar a paisajes esmeralda.

Los volcanes han servido como una fuente inagotable de inspiración para el arte. ¿Quién no conoce una pintura, ya sea del Dr. Atl o de José María Velasco, que muestre el paisaje mexicano con el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl de fondo? Han sido personificados, convertidos en dioses y diosas, han sido escenarios de tragedias y épicas batallas en novelas y películas. Se han convertido en los héroes y villanos anónimos de muchos cuentos populares, e incluso en amantes eternos. Han modelado la estética de diferentes formas de arte visual, desde pinturas hasta fotografías.

Con el paso del tiempo, se volvieron pilares de la identidad de las ciudades. La relación simbiótica entre ciudad y volcán es tal, que uno sin el otro parecería inconcebible, vacío. De alguna manera, estos grandes guardianes de fuego ofrecen una perspectiva única sobre nuestra propia existencia. Son un recordatorio constante de la insignificancia humana ante la naturaleza y, al mismo tiempo, de nuestra capacidad para adaptarnos y prosperar frente a circunstancias desafiantes.

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

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