COLUMNA INVITADA

El valor de los jueces frente a la política

El procesado es nada menos que un personaje poco común por muchos conceptos y no fue la excepción de su comportamiento en la sede tribunalicia: Donald Trump

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“Díganme jueces: ¿Imparten de veras justicia? ¿Juzgan conforme a derecho a los hijos de Adán?”, así inicia el Salmo 58 (57) que reflexiona sobre el valor de los jueces.

Tal vez menos bíblica, pero igual de aleccionadora es la frase “controle a su cliente; si no puede, lo haré yo”, con la que se desbordó la paciencia del honorable juez Arthur Engoron, de la Corte Suprema de Nueva York. Lo anterior, tras insistir mediante diversas advertencias al procesado para que dejara la alharaca de lado y se comportara dentro del juzgado como corresponde.

El procesado es nada menos que un personaje poco común por muchos conceptos y no fue la excepción de su comportamiento en la sede tribunalicia: Donald Trump.

El pasado 6 de noviembre compareció ante la justicia local un ex presidente de los Estados Unidos, una persona que asumió el liderazgo de la aún nación más poderosa del mundo y que el perfil particular de Trump lo vuelve más complejo. Puede parecer sorprendente para muchos en nuestro país, México, imaginar que, sin tratarse de una persecución política –como ha sucedido en otros ejemplos que la historia nos ofrece–, se siente en el banquillo de la justicia a un político que hace menos de 4 años era el titular del Ejecutivo federal y el hombre más poderoso del planeta.

El sistema judicial norteamericano nos da una lección institucional: independencia, imparcialidad e insularidad política definen el comportamiento del juez y de quienes asisten al tribunal y de cómo deben comportarse en una especie de espacio sacro. Cuidado, -aquí como allá- con quienes pretenden alterar el orden de la sala y convertirla en palestra porque la autoridad formal y, sobre todo, la suficiencia moral del juez, pondrán las cosas en su lugar.

Muy distinto a los espectáculos en forma de juicios que disfrazan pugnas y cobros políticos como la cacería de brujas del senador Joseph McCarthy, las purgas stalinistas o algunos casos de exoticidad latinoamericana propias del presidencialismo desbordado de la región.

En cualquier tribunal, ante una persona juzgadora, las aserciones y alegatos no deben ser políticas, sino legales, donde se propugne y salvaguarde que cualquiera tenga un juicio justo, sin ventajas a una de las partes y, en determinados casos -como los penales-, que el Estado acredite su causa más allá de una duda razonable.

Trump pretendió –muy acorde con su estilo– convertir el juicio y al tribunal en el escaparate de un supuesto martirio político, trastocarlo en tribuna electoral y, en lugar de comportarse como una parte material del juicio que debe ajustarse a las reglas del proceso, se trocó en discurso meramente retórico. El juez Engoron le conminó a que respondiera lo que se le preguntaba por parte de la Fiscalía y ante la necedad le cuestionó: ¿acaso es muy difícil responder ‘sí’ o ‘no’?

He ahí el valor de un sistema judicial sólido que se integra con personas juzgadores íntegras y con vocación que no pretenden convertir los tribunales en mítines, como lo señaló Engoron. O como señala el Salmo: “Y dirán las gentes: ‘Sí sirve ser justo; sí, hay Dios justiciero en este mundo’”.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ

MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN 

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