AIRE PARA PENSAR Y DEJAR PENSAR

Montar bicicletas rosas

En la vida hay que aprender a montar bicis rosas y a enamorarse de ellas. Es el gran reto

OPINIÓN

·
Paola Albarrán / Aire para pensar y dejar pensar / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Planeamos un paseo en bicicleta. Somos una familia con trillizos, y confiamos que habría bicicletas para los niños pues habíamos reservado con antelación el anhelado paseo por el Sena.

Al llegar al lugar, nos encontramos con muchas bicicletas perfectamente alineadas e idénticas. Todas eran de adulto. Preguntamos dónde estaban las de los niños; la sorpresa fue que no había bicicletas del tamaño de niños de ocho años, pero nos ofrecían tres alternativas: una bicicleta un poco más grande que podían alcanzar apenas el pedal. La otra alternativa era un asiento atrás de una bicicleta, de bebés o niños más pequeños. La otra bici era un poco pequeña, pero sin duda la mejor alternativa, esa bici era rosa.

¡Perfecto esto es lo que hay! Pablo tomó la bici grande y con esfuerzo y un poco de inestabilidad logró hacerlo. Natalia en un principio tomó la bici rosa, pero era muy pequeña para ella, no cabía así es que decidió que la paseáramos en el asiento de bebé y se dedicó a disfrutar el viaje. Así es que le quedó la bici rosa a Fer, un niño sin ganas absolutas de montarse en ella porque él era niño y esa bici no era para él.

Cualquier tipo de negociación que se puedan imaginar, se aplicó. Cualquier chantaje y todas las cosas que estudias en las que no debes de caer, caímos. Estuvimos a punto de dejar las bicis en ese lugar y cancelar el plan, los otros niños sí querían así es que, con una infinidad de promesas, Fer logró subir en la bici.

Desde que se montó no dejó de llorar. Poco a poco fue desapareciendo el encanto de los monumentos espectaculares que ofrece Champs-Elysées en un día de verano, y la atención estaba en el griterío de aquel niño que no podía que la bici fuera rosa.

Total, que como pudimos a gritos y lloridos, hicimos nuestro romántico paseo familiar por el Sena, que no fue más que una pesadilla.

Regresando, fuimos a su terapia donde como buena mamá lo acusé del berrinche de aquella tarde en París. Y fue Nacho, a quien admiro profundamente, que le dio una de las lecciones más bonitas y fuertes de la vida: “Mira chaval… te voy a contar una cosa que espero la sepas escuchar bien. En la vida vas a tener que montar muchas bicis rosas. No sólo esa. Habrá veces que tengas opciones que puedas elegir y te hagan muy feliz. Pero muchas otras veces no las tendrás y aun así hay que montarse en una bici rosa. Y no sólo eso… tendrás que aprender a disfrutar el viaje”.

¡Que verdad, que razón, y que profundidad para entender lo complejo que puede ser montar una bici rosa y disfrutar el paseo!

¿Cuántas veces no nos pasa que no podemos hacerlo? Que a nuestra bici le vemos millones de defectos, que no nos gusta, que no es de nuestro tamaño, que no nos acomoda, que preferiríamos ir andando o quizás en coche. Y entonces sólo nos fijamos… en la bici rosa. Y nos perdemos del aire en la cara, de la libertad al pedalear, de la frescura de un paisaje.

La familia está directamente relacionada con la felicidad y la capacidad de gozo de los otros. Nadie es capaz de disfrutar si uno no disfruta. Y aunque las batallas somos uno a uno con ellas, somos directamente responsables de la felicidad de quien nos rodea, en cualquier paseo.

POR PAOLA ALBARRÁN

paolaalbarran1@gmail.com
IG: @paolaalbarran

MAAZ