LA ESCENA EXPANDIDA

La danza mendiga funciones

Es lamentable que el panorama dancístico no tenga como aliados a gestores de la oficialidad que piensen su labor como función pública

OPINIÓN

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Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hace poco tiempo platicaba con un joven coreógrafo, que ha decidido mantenerse lo más posible fuera de la tutela del Estado mexicano, lo que ya es una osadía.

 Fue una plática informal, por lo que no mencionaré el nombre del profesional de la danza en cuestión. Retomo, sin embargo, la conversación porque tocó un tema esencial para el florecimiento de la cultura dancística en el siglo XXI. El artista dijo: “Ya me cansé de mendigar funciones. De ensayar seis meses para que me den una temporada de dos días, a lo sumo tres”.


Este ha sido uno de los lastres más pesados para el desarrollo de la danza mexicana. El trabajo físico de un bailarín es el de un atleta de alto rendimiento, se entrenan por años, y después, cuando se sienten listos para ejercer su profesión, se encuentran con un mercado que les ofrece casi nada.

Un tema de muchas aristas, pero analizaremos aquí solo una, la más preocupante, que es la de un mercado del arte escénico y, particularmente dancístico, que permita la consolidación de proyectos artísticos que no estén sujetos por el corsé del Estado mexicano.

Ay de aquél que se aparte de la línea oficial, porque no será objeto de financiamiento y programación. Eso lo saben los artistas desde hace muchos años y han acatado el orden impuesto a pesar del daño causado a la expresión artística.
Los coreógrafos y bailarines no llegan, con temporadas de un fin de semana, a madurar una obra que requiere ser expuesta una y otra vez hasta agotarse; permitiendo que el público la conozca, se acerque, se nutra y al final pueda sumar un elemento más a su cultura dancística.

En algún tiempo, cuando el crítico e investigador Carlos Ocampo estuvo al frente del aún Departamento de Danza de la UNAM, se dieron temporadas largas a los profesionales de la danza, en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario de la UNAM. Un hecho insólito que sembró esperanza en relación con una visión nueva de la gestión cultural. Pero el autor del libro “Cuerpos en vilo” no solo dejó la gestión sino que falleció y dejó un vacío difícil de llenar.

Hoy las dos dependencias más importantes, las encargadas de la gestión pública y de la política cultural en materia dancística, a saber la Coordinación Nacional de Danza, a cargo de Nina Serratos, y la Dirección de Danza de la UNAM, encabezada por Evoe Sotelo, duermen en sus laureles, es decir trabajan por inercia, sin un proyecto que sustente su labor.

Muy lamentable que el panorama dancístico tampoco tenga como aliados a gestores de la oficialidad que piensen su labor como función pública y menos como su reino para hacer lo que les pegue la gana.

En esto la comunidad dancística mexicana ha sido cómplice; porque en lugar de exigir aplauden, en vez de trabajar arduamente por la construcción de un mercado para la danza se apegan al beneficio y la comodidad estéril de las becas.

No vemos una solución a esta situación, que ni siquiera ha sido motivo de reflexión para los artistas.

Comparto la desesperanza del joven coreógrafo con el que platiqué. Al parecer  los artistas de la danza tendrán que seguir “mendigando funciones”.

POR JUAN HERNÁNDEZ
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LSN