MALOS MODOS

Fresh: canibalismo cool

La premisa sugería un desastre. ¿Una secta de millonarios caníbales que le pagan fortunas a un cirujano para que los provea de carne humana

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La premisa sugería un desastre. ¿Una secta de millonarios caníbales que le pagan fortunas a un cirujano para que los provea de carne humana, específicamente de mujeres jóvenes, y una protagonista rara pero brillante que cae seducida y luego prisionera en manos del doctor? Uy. La película podía derivar o en una versión contemporánea de la vieja serie B, incluso de la Z y hasta, de plano, del gore, o en algo mucho más inaguantable: dado que en el festival de Sundance fue llamativamente aplaudida, en un ejercicio de pedantería esteticista, en plan Peter Greenaway para el siglo XXI.  

Y no. Lejos de ello. La directora, Mimi Cave, conocida hasta hoy por su breve trayectoria como escritora, y sobre todo por dirigir algunos cortos y videos musicales, es una muy buena sorpresa. Fresh, apenas estrenada en Star+, merece de sobra los aplausos en Sundance por al menos tres razones. La primera es de orden visual. La elegancia sobria y a ratos penumbrosona que distingue a la película contrasta de manera en serio inquietante con la degustación caníbal de la última hora y pico, una degustación que está, pues, en las antípodas del gore antiguo, ese de pelis de cuatro pesos como Bad Taste, aquella joya cutre de Peter Jackson (sí, el mismo de El señor de los anillos), o por supuesto de Holocausto caníbal, la película literalmente vomitiva (para nada es queja) de Ruggero Deodato.  

La segunda razón es el retorcidísimo sentido del humor que atraviesa la película. Contra lo que se lee en algunas publicaciones especializadas, no veo que se trate de una comedia salvaje y sanguinolenta. Al contrario: estamos ante un humor venenoso y negro, un poco surrealista por momentos, pero muy discreto, al punto de que a ratos es hasta difícil de percibir. Un humor, otra vez, muy lejano al del gore clásico, ese que podía arrancarnos una carcajada cuando alguien se comía un ojo humano escondido en un helado. Sobre todo, es un humor que marida bien con una historia que en efecto da miedo con mucha eficacia, destacable por un final –evito los spoilers– lleno de ritmo, de notable calidad narrativa.     

La tercera razón descansa en las actuaciones. Muy bien Daisy Edgar-Jones como esa rara divertida y, a la postre, peligrosa, y sobre todo muy, pero muy bien Sebastian Stan como el cirujano kinky, engreído, cool pero, sobre todo, insufrible: dan ganas de estrangularlo a cada minuto, y eso es una virtud en estas circunstancias. Tremenda aportación a la historia de los asesinos seriales. 

Pásenle, pues: vean esta película rara y malintencionada que, por añadidura, tiene apuntes nada solemnes sobre las relaciones de pareja, hoy, y sobre la violencia contra las mujeres, hoy y siempre. Eso sí, es poco probable que después de verla se les antoje, por decir algo, una pizza de prosciutto.  

POR JULIO PATÁN

COLUMNISTA

@JULIOPATAN09 

MAAZ