COLUMNA INVITADA

¿Por qué la transición energética no garantiza la equidad social en América Latina?

Puede parecer que estas problemáticas no estén relacionadas entre sí. Sin embargo, forman parte de la interseccionalidad entre cambio climático y desigualdad que afecta gravemente al Sur Global

OPINIÓN

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Maykent Salazar García / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

De acuerdo con el informe de la ONU, Used Vehicles and the Environment, millones de autos usados y de baja calidad son exportados desde Europa, Estados Unidos y Japón, hacia países de bajos ingresos, contribuyendo así a la contaminación del aire y obstaculizando esfuerzos para contrarrestar el cambio climático. Del mismo modo, el desierto de Atacama, en Chile, ha sido el basurero de cerca de 59,000 toneladas de ropa procedente del Norte Global (Chouliaraki, 2022). En 2020, la organización internacional Global Witness informó que 227 activistas ambientales fueron asesinados en el mundo, 70% de estos crímenes ocurrieron en la región de América Latina (Castaneda et al., 2022).

Puede parecer que estas problemáticas no estén relacionadas entre sí. Sin embargo, forman parte de la interseccionalidad entre cambio climático y desigualdad que afecta gravemente al Sur Global. Muchos expertos aseguran que la transición a un mundo con cero emisiones netas puede ofrecer soluciones a algunos de estos problemas, creando oportunidades transformativas en la región, pero ¿creará una transición justa?

La relación entre los problemas ambientales y su impacto social es sumamente compleja. Un estudio reciente del Instituto Internacional para el Desarrollo Sustentable (IISD) no encontró una relación evidente entre las políticas de energía limpia y las implicaciones sociales de las políticas energéticas (Dufour et al., 2022). De hecho, una de sus principales conclusiones resalta que, de todas las políticas energéticas cuya implementación pudiese aumentar la desigualdad, 61% corresponde a proyectos de energía limpia, mientras que 39% a combustibles fósiles (Dufour et al., 2022).  En otras palabras, al menos 61% de los proyectos limpios no consideran un componente de equidad social. Entonces, ¿qué significa esto para la región más desigual del mundo?

En México, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador decidió subsidiar los hidrocarburos para cumplir su promesa de campaña de mantener el precio bajo de la gasolina, bajo la retórica que este curso de acción era para ayudar a los pobres. Quienes promueven este tipo de políticas energéticas lo justifican en el alivio inmediato que generan en los hogares, creando la ilusión de que los precios de la energía se reducen (Dufour et al., 2022).

La realidad es que este tipo de subsidios conlleva consecuencias sociales y medioambientales que generan mayor desigualdad y pobreza a largo plazo. En la realidad, las políticas de apoyo a la producción de combustibles fósiles y/o de reducción de los precios de los hidrocarburos, benefician en mayor medida a los estratos sociales más altos, que poseen vehículos particulares y viven más alejados de los centros de producción o maquiladoras. Aunado a lo anterior, a largo plazo, dichos subsidios sólo fomentan el consumo prolongado de combustibles fósiles y generan mayor volatilidad de la oferta y la demanda de gasolina, efecto que impacta desproporcionalmente a los hogares de menores ingresos. Este ejemplo demuestra la importancia de considerar las implicaciones a corto y largo plazo de las políticas energéticas, pero también pone de manifiesto las dificultades de una transición justa y equitativa que garantice la seguridad energética para todas las personas.

 
Muchas economías latinoamericanas siguen dependiendo en gran medida de la extracción de materias primas y de la mano de obra, sin embargo consumen mucho menos que sus contrapartes norteamericanas y producen con una menor huella de carbono. Para ser más exactos, Estados Unidos congrega entre 4 y 5% de la población del planeta, pero consume 24% de la energía mundial (Alhassen). Además, según el Proyecto Global del Carbono (GCP), sólo Estados Unidos y Europa han producido la mitad de las emisiones históricas de CO2 procedentes de los combustibles fósiles y la industria desde el comienzo de la revolución industrial.

Aunque avanzar hacia el uso de energías limpias podría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo y detonar la necesaria transformación estructural del sector energético y otros sectores relevantes en América Latina, en la actualidad, esta solución no aborda por sí sola los problemas de desigualdad y acceso energético en la región. Sin un cambio en los patrones de consumo de los países más ricos, el sur global seguirá siendo una región desigual y devastada por el cambio climático.

Los problemas sistémicos requieren soluciones sistémicas que consideren implicaciones sociales y económicas a largo plazo. De otra manera, no habrá transición energética justa si sólo los países del Norte Global se benefician del uso de vehículos de cero emisiones  al mismo tiempo que envían coches de combustión interna a regiones marginadas, desplazan a los grupos de defensa ecológica y siguen devastando los recursos del planeta. ¿De qué sirve tratar de transformar las redes energéticas si la industria textil seguirá contaminando los desiertos o liberando emisiones de carbono en nuestro aire?

POR MAYKENT SALAZAR GARCÍA
ESTUDIANTE DE POSGRADO, UNIVERSITY OF CALIFORNIA SAN DIEGO-SCHOOL OF GLOBAL POLICY AND STRATEGY

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