COLUMNA INVITADA

Los caminos hacia el cuidado del futuro de los recursos naturales

El mundo está en crisis y buena parte de los ciudadanos, también. El Covid-19 ha sido la cereza del pastel de esta catástrofe

OPINIÓN

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Luis Miguel Martínez Anzures / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El mundo está en crisis y buena parte de los ciudadanos, también. El Covid-19 ha sido la cereza del pastel de esta catástrofe. Una enfermedad globalizada que llegó a toda la especie humana, no respeto estratos sociales ni posición geográfica. La pandemia ha dejado una larga secuela de impactos a escala de los individuos que necesitan ser atendidos. La angustia, la ansiedad, la depresión, la impaciencia y la violencia se han expandido y multiplicado por doquier.

A la par, como si fuera un efecto de suma directa, la salud del planeta ha incidido sobre la salud mental y física de la especie humana. Por ello, los ciudadanos requieren tomar conciencia de que la tierra es su cuerpo y su cuerpo es parte del planeta.  

El mundo en el que se vive en la actualidad es un mundo en emergencia.  

Lo que la humanidad y sobre todo las nuevas generaciones necesitan, son instituciones capaces de formar y estructurar nuevas consciencias de acción colectiva capaces de ser más solidarias y empáticas con los problemas globales y su entorno mismo. Este papel debe generarse desde el seno de las administraciones públicas que es el lugar adecuado para impulsar esta serie de nuevos pensamientos.    

Urge entender y dimensionar que el contexto internacional está entrando en un final de época, introduciéndose a la parte terminal de la civilización industrial, tecnocrática, capitalista, patriarcal y anti-naturaleza, en la que las contradicciones sociales y ecológicas se agudizan y en la que la única constante, son cada vez más, los escenarios sorpresivos, inesperados e impredecibles.  

Ofrecer conocimientos para ubicarse en una época que es única en la historia, resulta obligado. La crisis actual es un proceso que es político, social y cultural, pero también ecológico. También la deshumanización se acentúa, pues el paraíso industrial, es un infierno de mecanismos, máquinas, aparatos, que el ciudadano no alcanza a comprender y menos a controlar. Esto a diferencia de otros finales de época del pasado, esta vez no sólo está en juego un modelo de civilización, también está en peligro el entorno planetario, el ecosistema global, incluyendo a la especie humana y al resto de los seres vivos.

No es el futuro el que esta en juego, sino la calidad y cantidad de los recursos naturales con los que habrán de hacer frente a las vicisitudes de su realidad las nuevas generaciones. Honestamente no se les esta dejando ningún provenir fructífero y esperanzador. Ese factor es el más grave de todos los que pudieran considerarse.  

Se ha olvidado que “la naturaleza antes de ser verdadera es bella” ha expresado, G. Bachelard y que el vínculo profundo y originario entre todo ser humano y su entorno social y natural, es primariamente subjetivo o anímico o, si se prefiere, físico.  

En este mismo contexto, se puede entender que el malestar que los jóvenes de hoy padecen, tiene que ver con su hartazgo por un sistema educativo que los induce permanentemente a racionalizar y automatizar sus realidades. Al respecto el psicólogo argentino Walter Riso, ha comentado que “Nos sobra cerebro y nos falta emoción.

La humanidad añora volver a lo primario, a la morada original donde comenzó el ascenso del hombre y a esa existencia plena, repleta de salud y bienestar… Hubo una época en que en la mente vivía más en el presente y estorbaba menos… (hoy) hemos creado un analfabetismo emocional respecto a su gramática básica”.  

Lo que todos estos expertos han comentado, es que quizás el retorno a lo menos racional no sea del todo un error, por que lo que más necesitan los jóvenes de este siglo, es convivir de mejor manera con su entorno y hacer propia a la naturaleza para cuidarla y protegerla. Al mismo tiempo, que cuidan su futuro. El camino hacia el futuro es la mejora sustancial en el cuidado de los recursos naturales, sin ellos no hay esperanza.  

Por LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES
PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

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