“La única responsabilidad social de las empresas es aumentar las utilidades”, sentenció Milton Friedman, artífice intelectual del modelo económico hegemónico que impera en nuestra sociedad. 50 años después de dicha afirmación, resulta urgente repensar el modelo que no ha resuelto las grandes problemáticas globales como la pobreza y que ha abierto nuevos y trágicos panoramas, que a inicios de la década de los setenta no eran populares, la emergencia climática, por ejemplo.
Sin embargo, el cuestionamiento al modelo de Friedman no es nuevo. Desde que él marcaba el camino que las organizaciones y los gobiernos debían seguir, Muhammad Yunus, quien entonces estudiaba su doctorado en economía, lo cuestionaba con la realidad de la dolorosa pobreza que sufrían las comunidades ajenas a la academia y la Universidad de Chicago, e inició un movimiento que cada día cobra más auge: empresas sociales. Son aquellas que en su acción cotidiana plantean que las utilidades generadas pueden trascender la riqueza de los miembros del consejo de administración, es decir, que ponen al centro de la medición del éxito el impacto positivo comprometido con la transformación ambiental y social.
Este forma de emprendimiento ha puesto en el centro de la discusión a los negocios de impacto, es decir, aquellos que incorporan en su Core Business una transformación social o ambiental, como las organizaciones de la sociedad civil o de filantropía, pero combinándolo con un modelo de operación y ejecución propio de las empresas, garantizando la escalabilidad de una manera nunca antes vista entre ningún otro esquema de organización. Los emprendimientos sociales se apasionan por las problemáticas de su entorno y deciden atenderlas con un modelo de negocio. Yunus lo hizo con un banco, dando microcréditos a las personas en mayor situación de pobreza para detonar el crecimiento y desarrollo social. Gracias a ello, fue acreedor al Premio Nobel de la Paz de 1996.
Hoy, el modelo de negocios con impacto está por doquier. El compromiso con el cambio sistemático de la sociedad y el entorno ambiental ya dejó de ser un tema moral propio de las buenas intenciones de empresarios o emprendedores con buenos sentimientos, ya es un tema sustancial en materia de inversión. McKinsey estima que hoy más de un cuarto de los activos globales bajo administración, tradicionalmente de fondos de inversión, se invierten bajo criterios ESG, parámetros extra financieros que miden el impacto social, ambiental y de gobernanza.
Las empresas sociales se han convertido, en los últimos años, en el nuevo paradigma del capitalismo que promete una nueva visión para la humanidad, aquellas que se queden atrás en el impacto serán los blockbusters y los kodak del futuro. ¿Te gustaría aprender más sobre emprendimiento social o iniciar el propio?
POR DISRUPTIVE LABS
CONTACT@DISRUPTIVELABS.MX
@DISRUPTIVELABS_
MAAZ