POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

La Cumbre del G7 y México

La presidencia la ejerce en forma rotativa, durante un año, uno de sus miembros

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El pasado fin de semana tuvo lugar en Fasano, Italia, la Cumbre anual del Grupo de los Siete, conformado por Canadá, Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Italia y Reino Unido, y la Unión Europea. El G7 nació en Rambouillet, Francia, en 1975, para hacer un frente común de las entonces naciones más industrializadas del mundo, a la crisis económica causada por el embargo petrolero de 1973. Desde entonces los líderes de estas naciones, defensoras de la democracia liberal y la economía de mercado, se reúnen cada año para impulsar respuestas comunes a los principales temas de la agenda internacional.  

El G7 es un grupo informal. No tiene una sede permanente. La presidencia la ejerce en forma rotativa, durante un año, uno de sus miembros. Sus decisiones no son obligatorias. Sus acuerdos quedan plasmados en un Comunicado, generalmente negociado durante meses por las cancillerías de esos países, sobre la base de un texto propuesto por el gobierno anfitrión, y los comunicados de cumbres anteriores. A veces, sus miembros no respetan los acuerdos contenidos en esas declaraciones, sobre todo cuando se trata de proteger sus propios intereses económicos nacionales. Aún así, no puede negarse que el G7 ejerce una influencia significativa en los asuntos mundiales.

Pero el Grupo ya no es lo que era. Hace cinco décadas sus miembros representaban casi dos terceras partes de la economía mundial (63 por ciento del PIB), dominaban el comercio global, la investigación científica y el desarrollo tecnológico. El G7 simbolizaba el dominio económico de occidente del resto del planeta. En cambio, el año pasado la suma de su PIB, de 45.9 billones de dólares, representó menos de la mitad del producto mundial: 43 por ciento. Hoy, dos naciones asiáticas, China e India, han desplazado a varios países del G7 (Canadá, Italia, Francia y Reino Unido), de las primeras posiciones. Otros países de esa región, como Taiwán, Corea del Sur, Vietnam y Singapur, les pisan los talones en competitividad económica y liderazgo tecnológico. 

La Cumbre del G7 de este año tuvo lugar en un momento de incertidumbre para varios de sus actuales líderes. Las victorias electorales recientes de los partidos de extrema derecha en Alemania y Francia dejaron en muy debilitados al Canciller alemán, Olaf Sholz, y el presidente francés, Emmanuel Macron. En el Reino Unido se espera que los conservadores, liderados por Rishi Sunak, sufran una derrota histórica frente a los laboristas de Rodney Starmer, en las elecciones de julio próximo. Y en Estados Unidos, el favorito para vencer en las elecciones de noviembre próximo sigue siendo Donald Trump, quien siempre manifestó un enorme desdén hacia los aliados históricos de Estados Unidos en Europa y Asia, cuando ocupó la presidencia.

Al igual que en años anteriores, esta Cumbre estuvo dominada por dos potencias que no forman parte del grupo: Rusia y China. La principal decisión del Grupo fue otorgar un nuevo crédito, por 50 mil millones de dólares a Ucrania, para que este país siga resistiendo la invasión de Rusia, utilizando para ello los intereses de los fondos rusos congelados en bancos de Europa y Estados Unidos. Es decir, una transferencia directa a Ucrania de dinero que pertenece a Rusia. Así, van más allá de imponer sanciones unilaterales contra Rusia. Ahora se apropian de sus capitales.

Es cierto, el presidente ruso, Vladimir Putin no ayuda. Un día antes de la Cumbre expresó que estaba dispuesto a poner fin a su ilegal invasión si el gobierno de Ucrania aceptaba cederle, sin mayor discusión, las regiones orientales de su territorio, y renunciaba definitivamente a su aspiración de ingresar a la OTAN. Es fácil advertir que las posiciones maximalistas adoptadas por unos y otro no van a impulsar una pronta solución del conflicto.

Los líderes del G7 también decidieron criticar a China por su apoyo a Rusia, a través de la exportación de materiales y equipos de uso dual (civil y militar) que, según ellos, le permiten mantener la invasión de Ucrania. Exigieron al gigante asiático que deje de apoyar a Rusia. Al mismo tiempo, criticaron sus prácticas comerciales, y decidieron imponerle aranceles de 50 por ciento a sus exportaciones de vehículos eléctricos. 

Es muy dudoso que estas exigencias y medidas proteccionistas del G7 contra China vayan a tener el efecto deseado. En realidad, las naciones occidentales decidieron un curso de mayor confrontación contra China y Rusia. Al hacerlo, sin que hasta ahora hayan obtenido sus fines, están induciendo una alianza aún más estrecha entre ellas.   

La Cumbre tiene consecuencias para México. Por una parte, puede acelerar la relocalización de empresas en América del Norte de la que podríamos beneficiarnos si adoptamos políticas internas que hagan más atractiva la inversión en nuestro país. Pero el aumento de las tensiones entre el G7, y China y Rusia, significa que las guerras en Ucrania y Gaza están lejos de resolverse, y que es posible un aumento de las tensiones en el estrecho de Taiwán, e incluso cerca de nuestro territorio, en el Caribe.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS

PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY Y DIPLOMÁTICO DE CARRERA

@MIGUELRCABANAS

MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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