CÚPULA

Repensar la lectura para niños

Con autorización de Siglo XXI Editores publicamos un fragmento de El chiste de leer, volumen de chistes, poemas, diálogos y juegos para que los más pequeños encuentren gozo en el acto de sumergirse en un libro

EDICIÓN IMPRESA

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MUCHA CALLE, POCA TELE

Cuando era niño terminaba el almuerzo y anunciaba: “Me voy al campito”. Desaparecía durante horas jugando con amigos, volvía para la merienda o si una señora avisaba: “Tu mamá te está llamando”.

Revistas como El Tony o D’Artagnan no eran un lujo, pero tampoco estaban en todas las casas. La tele pasaba un dibujito a la hora en que salíamos de la escuela y Disney se veía los domingos durante la merienda.

No había televisores en todos los hogares; de hecho, yo tenía 13 años cuando llegó a casa. Vivíamos en el interior y sintonizar la señal era un desafío físico: afuera uno orientaba la antena girando una manivela pesada, y otro avisaba si se veía bien mirando la pantalla.

Cuando llegaba un libro a tus manos —incluso el de la escuela— era un bombazo: los colores, el olor, los cuentos, sentías que accedías a una novedad.

Créditos: (Siglo XXI y FIL niños)

LOS PAPÁS COMO GESTORES CULTURALES

Esa realidad había cambiado cuando empecé a actuar, pero los adultos seguían siendo los que compraban libros y revistas para sus chicos, o los que los llevaban al teatro.

Los grandes eran los gestores culturales. No existía este gasoducto de contenidos accesibles en casi todo el mundo, 24 horas, todos los días del año. Se suben cientos de horas de video por minuto, se reproducen billones de videos al día.

La televisión local quedó disminuida a su mínima expresión. Una señal de cable puede ofrecer 80 o más canales en HD. Las plataformas de streaming tienen miles de películas on demand.

En el mundo del libro, cualquiera de los grandes sellos editoriales publica más de mil novedades al año. Y esto sólo por mencionar la oferta de contenidos, sin agregar la volatilidad y la fragmentación que sufrió el tiempo de atención.

 

NO ALCANZA LA VIDA PARA SER ESPECTADOR

A esto lo acompañó otro cambio: los chicos generan y comparten contenidos en redes sin necesitar que un adulto medie y con mayor o menor control de sus padres.

La facilidad de pasar de espectador a protagonista hizo que el entretenimiento en sí se desplazara de “ver” a “mostrar”. Es más potente llamar la atención con nuestro contenido que ser público del que nos envían. “¿Me ves?”. “¿Y tú, me ves?”.

Hasta que llegamos a la familia en el restaurante: el bebé en la sillita alta mirando el celular de sus papás mientras ellos revisan sus redes.

Cuando esos niños llegan a la escuela sienten que pasan de una autopista veloz a la fila de migraciones de un aeropuerto (no avanza, no se mueve).

Créditos: (Siglo XXI y FIL niños)

LA AUTONOMÍA DE LOS CHICOS
PASÓ DE LA CALLE A LA PANTALLA

Suelo decir que los niños son inmigrantes, no en el espacio sino en el tiempo. Hace unos años nosotros éramos los que llegábamos ávidos de novedades, todo capturaba nuestra atención.

Ahora somos los que los recibimos, y es como si los chicos bajaran de cruceros con siete canchas de tenis, piletas climatizadas, cuatro salas de cine, música ambiental y restaurantes abiertos las 24 horas.

Cuando llegan al aula o al teatro, nos sentimos casi una interrupción. Allí, nosotros estaremos lidiando por la atención, pero ellos también por la nuestra.

Eppur si muove. Y sin embargo los shows se llenan de público que anhelaba la presencialidad, los libros se leen, las obras se aplauden, los chicos recuerdan a algunos maestros toda la vida, y muchos maestros se sienten satisfechos con su trabajo.

De eso trata este libro: del milagro contraintuitivo que implica que eso siga funcionando.

 

EL OBSTETRA Y MI COMIENZO

El obstetra de una amiga, en esas horas de la madrugada con muchas contracciones pero poca dilatación, le dijo: “Venimos a buscar un bebé, no un parto”.

No logro una síntesis tan contundente, pero sé que no venimos a validar un método de lectoescritura, sino a que los chicos lean y escriban, formulen ideas, expresen sus emociones, encuentren su propia voz.

Algo semejante ocurrió un día que estaba dando mi clase de música en una pequeña escuela de barrio. Mis alumnos interrumpieron: “Profe, esas canciones son para chiquitos”.

Yo tenía un repertorio de más de cien canciones infantiles, ellos eran de la salita de cinco años. Pero hice mi cancionero a un lado, propuse un juego, inventé una canción para ellos y llegué sudando y victorioso a la otra orilla del timbre para salir al recreo.

Nunca abandonamos el marco de nuestra relación: profe de música y salón de alumnos, solo que, en ese encuadre, nos pusimos en el centro de la escena.

Ellos, al reclamar que el repertorio los trataba como “nenitos”; yo, al explorar mi propia manera de dar la clase. Ahí empezó todo, buscando otras canciones y juegos. Queríamos disfrutar la música, no cumplir con el método.

Créditos: (Siglo XXI y FIL niños)

REALIDAD EMBALSAMADA

Durante la pandemia, la escuela trató de seguir ofreciendo normalidad, lo que fue bien intencionado, pero terminó con maestros y chicos agobiados.

Como dijo Ana María Shua en una charla: “A los chicos no les importa si a la ratita le llueve en el techito, sino los grandes temas de la vida: la muerte, el amor, las aventuras”.

Estábamos en un contexto de emergencia: pocas escuelas instaron a los chicos a investigar dónde quedaba ese mercado en China, qué vendía, cuánto costaba un pasaje, cómo se comunicaban las familias de otros países, cómo ofrecer la ayuda que estuviera a nuestro alcance.

Usamos geografía, matemática y lengua para procesar lo que vivíamos.

Cuando empezó el confinamiento, escribí una guía para maestros trasladando mi experiencia en shows de TV a las clases por zoom. Leí artículos sobre entrenamiento para astronautas y hablé a la base en la Antártida Argentina para conocer cómo manejan el confinamiento.

Busqué contactar a los maestros de escuelas hospitalarias para saber qué hacen con la escolaridad en situaciones límite: ¿cómo se maneja la currícula si tus alumnos hacen diálisis? ¿Qué se hace con las tareas si estás en quimio? ¿Debíamos hacer lo mismo o cambiar? ¿Cuál es el papel de la educación cuando la vida normal se interrumpe? Porque solo el virus era nuevo, pero teníamos experiencia en confinamiento y emergencias.

Armé un programa de radio que salió por Radio Nacional Argentina durante cuatro meses y se oía principalmente en toda Latinoamérica.

Supe de madres que viajaban para encontrarse con la maestra por falta de conectividad y, tranquera mediante, se pasaban fotocopias o mensajes con el móvil. Preparé juegos y canciones para descargar y compartir de ese mismo modo.

Fue un alivio actuar sobre la realidad. Lo comparto porque los chicos buscan eso: incidir, actuar en la realidad, no embalsamarla.

Por Luis Pescetti

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