ARTES

El universo de Francisco Castro Leñero llega a Bellas Artes

A un año de su fallecimiento, se presenta la muestra "Una lógica de la belleza", conformada por más de 60 obras, casi la mitad de ellas inéditas y sacadas del taller del propio creador mexicano

EDICIÓN IMPRESA

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Créditos: Cuartoscuro

Francisco Castro Leñero (1954-2022), recuerda la curadora Sylvia Navarrete, decía que “no necesitaba la figura, porque la imagen perdería peso” si apareciera una de ellas. Fue en la abstracción donde el artista se sintió siempre más cómodo: su visión intentaba “encontrar caos en el orden, perseguir una perfección y al mismo tiempo romperla, ser ambiguo, no ser literal”.

Integrante de una estirpe de cuatro hermanos artistas que siempre coquetearon con la abstracción, Francisco se decantó por un estilo minimal que le permitió compatibilizar con la rama conceptual del arte contemporáneo: “Muchos artistas abstractos de su generación se fueron por la gestualidad o por corrientes anteriores que tenían que ver con el geometrismo abstracto, con la escuela de Nueva York, con tradiciones que ya están un poco agotadas”.

“Creo que ese lenguaje minimal fue lo que le destino a una categoría diferente, a una especie de pedigree diferente dentro del arte contemporáneo y respecto de sus compañeros de generación, él fue el más minimalista, y como tal, se le respeta mucho porque aportó nuevas ideas a la abstracción”, agrega la curadora, quien se ha encargado de armar “Francisco Castro Leñero. Una lógica de la belleza”, exposición que se inaugura este jueves en el Museo del Palacio de Bellas Artes.

Se trata de una revisión, a un año de la muerte del artista, que despliega más de 60 obras, casi la mitad de ellas inéditas y sacadas del taller del propio creador, quien nunca había expuesto en solitario en Bellas Artes. Distribuida en cuatro núcleos temáticos, la exposición aborda la coherente trayectoria y de fidelidad mantenida por lo abstracto que cultivó Francisco.

Hay, a lo largo de su obra, consideró Navarrete, por lo menos cuatro etapas: “La fase inicial o matérica, con muchos empastes, referencias a la ciudad, una paleta oscura, oxidada; después se va decantando hacia la segmentación con líneas en referencia a la madera, líneas diagonales, que se desmaterializan; la tercera fase son los cuadros cuadriculados como baldosas o como tableros de juego y la introducción de color, de colores mucho más francos, más variados”.

Una cuarta etapa, considera la curadora, consiste en la introducción hacía “trayectos sinuosos, orientar esa geometría hacia ritmos mucho más envolventes, mucho más ligeros, mucho más aéreos”.

En todo caso, ese trayecto artístico, compatible con varios lenguajes, explicaría su éxito comercial, pero también “su persecución de la belleza, que invita a una experiencia sensorial y serena que permite una conexión, no voy a decir que es decorativo porque no lo es, pero es muy elegante y yo creo que por eso tuvo tanto éxito, porque es una obra que no agrede y que invita a una experiencia que tiene que ver con la armonía y con la paz. Una especie de experiencia espiritual, finalmente”.

  • Francisco expuso en Bellas Artes junto a sus hermanos en la década de los 80 del siglo pasado
  • En ese momento, opina Navarrete, se quiso explotar el fenómeno de una estirpe de pintores
  • Cuando eran niños, la abuela de los Castro Leñero los ponía a dibujar en vez de sacarlos a jugar

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