PIENSA JOVEN

En defensa del ocio: ¡No todo es trabajo! Es un pilar fundamental para el bienestar y la creatividad

Una defensa de las actividades en sí valiosas

TENDENCIAS

·

Cuando decimos la palabra ocio siempre remitimos a una connotación negativa. Tanto así, que los mexicanos decimos que “la ociosidad es la madre de todos los vicios” pues un ocioso tiene tiempo para obrar mal y las personas ocupadas, no. El ocio comúnmente se asocia con la pereza y la mediocridad, por ejemplo, cuando vemos un hormiguero podemos pensar que los zánganos son unos ociosos al dedicarse únicamente a consumir los recursos que las obreras consiguen. Podemos decir que las hormigas obreras tienen un “negocio” es decir, la negación del ocio de los zánganos. 

Cuando vemos las palabras ocio y negocio, parece que el negocio es la respuesta buena ante su contrario. Sin embargo, el lenguaje nos da una pista de que esto tal vez no sea así. Encontramos las palabras “esperanza” y “desesperanza”, “piedad” e “impiedad”, “orden” y “desorden” o “justicia” e “injusticia”. Parece que normalmente, el mal es precisamente la ausencia de un bien. ¿Entonces por qué parece que con el ocio y el negocio no funciona así? 

Todo es cuestión de pesrpesctiva
Créditos: Pexels

La respuesta a esta pregunta la tienen los antiguos monjes medievales. Para ellos, el ocio no era algo negativo sino más bien una actividad muy noble. El ocio era entendido como el modo de vida entregado al espíritu. Es decir que el ocio era la forma más alta de vida pues permitía al monje meditar, leer filosofía y las sagradas escrituras o en general dedicarse a tareas que no producen bienes tangibles sin que esto signifique tareas viciosas.

Si el ocio era precisamente esta entrega a la búsqueda de la sabiduría, el negocio era el ajetreo de la vida entregada a las cosas del mundo. Negocio era la forma de vida dedicada a la política o a otras actividades económicas. Esto no quería decir que los negocios fueran malos. Por ejemplo, hubo numerosos monarcas canonizados por la iglesia Católica como Canuto IV, el Santo o Santa Isabel de Portugal. Simplemente, para un medieval, el ocio incluía una vida contemplativa cuyo fin estaba en si mismo y el negocio una vida activa cuyo fin no era en sí mismo.

Regresando a la actualidad, vemos como la palabra negocio no ha perdido tanto su significado. Sigue siendo una actividad noble cuyo fin no está en ella. Es decir, uno se dedica a los negocios no por el simple negocio. Uno tiene un trabajo para ganarse la vida y aunque un trabajo puede ser disfrutable, lo cierto es que los negocios no son un hobby y siempre están dirigidos a la producción de bienes y servicios. Los negocios son útiles, es decir, se hacen para conseguir algo. 

Incentiva nuestra creatividad
Créditos: Pexels

Con todo esto, vemos un riesgo a la hora de considerar el ocio como algo malo y es que sí solo está bien visto el negocio, sólo son valiosas las actividades que sirven para conseguir algo más. Pero hay actividades que no buscan conseguir algo a parte de ellas mismas, sino que, son queridas por sí mismas. Si cometieron el error de ver el ocio como si fuera una simple pérdida de tiempo, veremos cómo malas las cosas que son queridas por ellas. 

Es importante saber que lo útil, es aquello que nos permite resolver problemas. Por ejemplo, es útil un coche para llegar a un trabajo o es útil una computadora para trabajar. El negocio siempre viene acompañado de lo útil y precisamente se busca tener las herramientas más útiles para ser más eficiente en un negocio. 

Si esto es así, lo inútil es aquello que no sirva para resolver un problema. El ocio, siempre es inútil pues, por ejemplo, si uno tiene un problema difícilmente leerá filosofía o irá a un museo. Si acaso cómo descanso pero no para buscar las herramientas que solucionen un problema. Uno cuando lee una buena novela, lo hace por la propia novela, lo mismo con un concierto o con un tema que se estudia por gusto. 

Es vital para nuestro bienestar
Créditos: Pexels

Estas cosas en sí mismas valiosas son inútiles y es bueno que sean así para que al hacerlas no nos tengamos que preocupar en qué tan buenos somos para hacerlas. Es decir, cuando alguien va a ver una obra de teatro, no podríamos decir que es bueno para ver obras de teatro. Simplemente está viendo una obra de teatro.

Repensar lo que significa verdaderamente el ocio nos da la oportunidad de poder recrearnos sin sentir culpa por ser perezosos o inútiles(en el mal sentido). Y nos abre la posibilidad para no ser personas que viven para su negocio y su productividad sino personas que se puedan dedicar al crecimiento propio y al autodesarrollo personal. 

Por: Juan Pablo Trujillo Rodríguez

Licenciatura en Filosofía

Universidad Panamericana

Linkedin: www.linkedin.com/in/juan-pablo-trujillo-rodríguez

VR