De pequeña, Ana María Torres soñaba con danzar en un escenario, que los reflectores la siguieran. Una bailarina profesional que cautivara a los asistentes.
Sin embargo, la insistencia de su madre, en que le diera una oportunidad al deporte de su ídolo, Julio César Chávez, la llevó por otro camino.
Este domingo, a más de 25 años de aquella discusión con su mamá, el Salón de la Fama de Canastota, Nueva York, el recinto más importante a nivel mundial le abrirá las puertas a la peleadora de Nezahualcoyotl.
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Luego de dos coronas del mundo, 10 defensas de campeonato y un récord de 28-3-3, con 16 nocauts, Ana se integra a la selecta lista de inmortales (que alcanzó la cifra de 524) como la segunda peleadora mexicana en 35 años de historia.
"El otro día estaba viendo mi primera o segunda pelea, me ví robótica. Se trabajó mucho, pero al final de cuentas logramos nuestro objetivo ser campeona, con récord de defensas, ser campeona nacional, diamante y ganarle a las mejores", dijo en entrevista con El Heraldo de México la peleadora que estuvo activa 13 años como profesional y protagonizó peleas ante Mariana Juárez y Jackie Nava.
Deja un gran legado
Retirada desde el 2012, pues formó una familia, Ana se queda con un gran legado en el mundo del boxeo, pues gracias a su debut en la Arena México, ante Mariana Juárez, la primera vez que dos mujeres se presentaban en ese legendario lugar, logró abrir las puertas para el resto de las mujeres en un deporte que hasta 1999 era terreno varonil.
"Todo lo que nos tocó vivir ha valido la pena y ahora podré vivir esto al lado de mi familia, de mis hijos. Es algo que no puedo describir, pero que de seguro me hará llorar. Estoy muy feliz", finalizó.
Ella eligió el apodo de Guerrera y no se equivocó, pues así peleó cada ocasión que subió al ring y eso le abrió las puertas de la inmortalidad.
DRV