Los ejemplos de pureza y devoción que, a lo largo de la historia, han inspirado millones de conversiones al cristianismo, son numerosos. En algunos casos incluso han tenido el poder suficiente para ayudar a encontrar el camino a personas cuyo objetivo era precisamente el contrario.
Como ejemplo está la historia de Santa Daría y San Crisanto, quienes vivieron en Roma en el siglo 3 y cuya vida, guiada por la fe y el conocimiento, les permitió inspirar a cientos de personas para su conversión.
¿Quiénes fueron San Crisanto y Santa Daría?
Crisanto fue el hijo de Polemio, un importante senador romano, quien profesaba la fe pagana y quería que su hijo siguiera su ejemplo. Sin embargo, durante un viaje a Roma, Crisanto encontró a religiosos cristianos que guiaron su conversión.
Enfurecido por esta acción, el padre de San Crisanto lo encerró en un castillo y, con el objetivo de seducirlo, envió decenas de cortesanas para que el religioso faltara a su voto de castidad, aunque sin éxito.
Una de sus últimas armas fue la hermosa doncella Daría, sacerdotisa de un dios pagano y comprometida con el objetivo. Sin embargo, fue tan poderoso el testimonio de Crisanto, que ella se convirtió al cristianismo y convino en casarse con el religioso, aunque su unión matrimonial sería casta y ambos permanecerían vírgenes.
Al enterarse de ello, Polemio ordenó que fueran castigados duramente. Le puso un cuero de buey a Crisanto y lo envió al desierto, lo lanzó a los leones, que lo defendieron inmediatamente. Envió a Daría a un prostíbulo, pero aún allí la santa logró salir sin mácula. Finalmente, los enterró vivos para que, al final, entregaran su alma a Dios.
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