El mes de octubre es ideal para conectarnos con nuestras ancestras y una de las formas en la que podemos hacerlo es a través de la ofrenda del Día de Muertos, una tradición que emociona a muchas personas ya que es la oportunidad perfecta para recordar a los seres queridos y mascotas que han trascendido a otro plano; pero, por otra parte, esta época también se ha convertido en algo emblemático gracias a que el ambiente se torna amarillo y naranja, gracias al color y aroma de las flores de cempasúchil que son usadas en las ofrendas para guiar el alma de las y los difuntos hasta su hogar terrenal.
La flor de cempasúchil, también conocida como "flor de muertos" o "flor de los veinte pétalos" es una flor de gran importancia en la cultura mexicana, especialmente durante el Día de los Muertos y como todo lo que existe en nuestro país, ésta también cuenta con una leyenda prehispánica en donde podemos ver la fusión entre las creencias de nuestros antepasados y las tradiciones que poco a poco se han ido transformando hasta llegar a lo que conocemos hoy.
Fotografía: Cuartoscuro.
¿Cuál es la leyenda de la flor de cempasúchil?
La leyenda cuenta la historia de dos niños, Xóchitl y Huitzilin, que se conocieron desde su nacimiento, crecieron juntos y su amistad se transformó en un dulce y tierno amor juvenil; en un gesto de profundo cariño, decidieron subir a lo alto de una colina donde el sol brillaba con intensidad, ya que se decía que allí residía el Dios del Sol, Tonatiuh.
El propósito de su viaje era buscar la bendición y protección de Tonatiuh para que pudieran seguir amándose y conmovido por su amor, el Dios del Sol bendijo su unión y aprobó su amor, sin embargo, el destino les depararía una tragedia inesperada cuando Huitzilin fue llamado a la batalla para defender a su pueblo, lo que los separó, generándoles un dolor muy grande.
Fotografía: Cuartoscuro.
Poco tiempo después de su partida, Xóchitl recibió la noticia de la muerte de su amado en el campo de batalla, lo que la sumió en un profundo dolor. Con el corazón roto, rogó a Tonatiuh que le permitiera unirse a Huitzilin en la eternidad, compadecido por su sufrimiento, el Dios del Sol la transformó en una hermosa flor lanzando un rayo dorado sobre ella. Esta flor, un botón cerrado durante mucho tiempo, aguardaba un destino especial.
Un día, un colibrí, atraído por el inconfundible aroma de la flor, se posó sobre sus hojas, inmediatamente la flor se abrió, revelando su hermoso color amarillo, tan radiante como el sol mismo. De esta manera Xóchitl se convirtió en la primera flor de cempasúchil, pero esa unión con aquel colibrí no fue accidental ya que ella había reconocido a su amado Huitzilin, quien había tomado la forma de un colibrí para visitarla.
Fotografía: Cuartoscuro.
Según la leyenda, mientras existan la flor de cempasúchil y los colibríes en los campos, el amor de Huitzilin y Xóchitl perdurará para siempre; por otra parte, se piensa que el aroma de la flor de cempasúchil guía a las almas de los difuntos en su camino hacia la ofrenda que les espera en el mundo de los vivos durante la celebración del Día de los Muertos, esta tradición refleja la idea de que el aroma de esta flor guía con amor a las personas que han partido, con la esperanza de que regresen a visitarnos año tras año, como lo hicieron Xóchitl y Huitzilin.
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