PANORAMA SOCIAL

El velerista Erik Brockmann y su vocación puesta a la conquista del océano

El velerista mexicano Erik Brockmann cuenta sobre este deporte y los grandes retos a los que se enfrenta practicándolo

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El velerista mexicano Erik Brockmann cuenta sobre este deporte y los grandes retos a los que se enfrenta practicándolo Créditos: Foto: Especial

En la soledad del océano hay momentos en los que Erik Brockmann ha puesto en duda su vocación: “Cuando estás en medio de una tormenta, casi sin haber dormido y comiendo mal, te cuestionas si vale la pena el esfuerzo que estás haciendo, pero de repente las condiciones mejoran y juegan a tu favor teniendo momentos espectaculares, entonces sabes por qué estás ahí”.

Asimismo, nos habló del gratificante momento que se vive cuando llega a la meta, “experimentas una gigantesca satisfacción cuando tras 15 días de navegación, llegas a la meta con el barco y la tripulación de una sola pieza, y un buen resultado. Al final, la recompensa te vuelve a recargar de energía para emprender otro desafío. Cuando navegas te das cuenta de que no se trata sólo de tener un sueño y cumplirlo, hay que tejer un plan y actuar con sensatez”.

La vocación la heredó de sus padres y de sus abuelos, cada generación se comprometía más y más con la navegación, hasta llegar a Erik, que lo ha convertido en su forma de vivir.

Tal vez lo más difícil que ha encontrado, ha sido lograr el equilibrio entre su pasión por el deporte y la búsqueda de patrocinios que permitan emprender estos proyectos, cuyo objetivo es dejar muy alto el nombre de México.

Lo que mucha gente desconoce es que una de las regatas más importantes del mundo, The ocean race, ya la ganó en 1973 una tripulación mexicana a bordo del Sayula II, y Erik quiere repetir esta hazaña a bordo del Viva México.

Brockmann quiere seguir abriendo camino para que los niños que demuestran pasión por esta actividad puedan desarrollarla en condiciones parecidas a las que tienen en otros países con más tradición, de forma que no se pierda el impulso que ya se ha conseguido.

Erik tiene una sabiduría marinera envidiable, y ensamblar la tripulación de un velero es una labor que requiere mucho de ella como, por ejemplo, entender que en un espacio reducido tienen que convivir hasta 10 personas por más de 25 días, y, como mínimo, nueve meses.

Hay regatas que son muy exigentes y por ello en la tripulación debe haber un equilibrio entre veteranía y juventud, además de la presencia femenina.

Para subsanar posibles inconvenientes a bordo, hay que llevar un médico, un mecánico y un meteorólogo.  Todos deben desempeñar sus labores en armonía, ya que los turnos de trabajo y descanso son muy dinámicos, y dependen de las condiciones en las que se desarrolle la navegación.

La preparación mental es un requisito indispensable para poder embarcar con garantías y fortalecer al grupo.

En definitiva, una de las mayores enseñanzas que le ha dado la vela a nuestro inspirador de hoy, es la importancia del trabajo en equipo, ya que en medio del mar, si uno de los miembros de la tripulación falla, afecta a todos, o si alguien hace mal su trabajo, lo sufren todos.

El compromiso con el colectivo es algo fundamental, por eso Erik sabe y entiende la importancia de que todas las partes de la sociedad actúen por el bien común.

HA DICHO

“Cuando navegas te das cuenta de que no se trata sólo de tener un sueño y cumplirlo, hay que tejer un plan y actuar con sensatez”.

POR ROCÍO MARFIL

FOTO: CORTESÍA

MAAZ