Diversos investigadores expertos en temas relacionados con la vasta historia de Mesoamérica, coinciden en señalar que la incursión española llevada a cabo en distintos flancos por soldados leales a la corona ibérica, no habría tenido éxito de no ser por la invaluable ayuda que recibieron primero en Veracruz por parte de los pueblos totonacas (menos rijosos que los mayas de la península) y los tlaxcaltecas asentados en el centro de lo que ahora es México.
Los capitanes y estrategas españoles fraguaron el asalto a la capital del Imperio Azteca, (la ciudad de Tenochtitlán y contra su líder, Moctezuma), con sumo cuidado y atendiendo todos los detalles que pudieran darles ventaja frente a un poderoso ejército, que no podía sucumbir frente a menos de 600 hombres, un puñado de caballos y artillería ínfima que sobrevivió luego de un largo camino por el Océano Atlántico, en el que el dirigente de la misión, Hernán Cortés habría perdido a casi toda su flota antes de llegar a las costas de Veracruz.
Cortés de acuerdo con algunos historiadores llegó a la costa de la Villa Rica en el litoral veracruzano, muy cerca de la zona arqueológica totonaca de Quiahuiztlán y de lo que en un futuro sería el antiguo puerto de Veracruz.
Al llegar Cortés fue recibido con sorpresa por parte de los pobladores, diversos estudiosos afirman que antes de desembarcar en Veracruz, las tropas españolas, tuvieron un breve contacto con los mayas situados más al sur de México y su recibimiento estuvo plagado de ira y combate, no les fue nada bien, por esa razón al llegar a Villa Rica, trataron de bajar el perfil y poco a poco ganarse la confianza de los pobladores.
La estrategia surtió efecto ya que fueron recibidos de forma amistosa y colmados de regalos y atenciones, en pago, los recién llegados colmaron de enfermedades como la viruela, tifoidea, lepra, fiebre amarilla, enfermedades respiratorias y venéreas además de la malaria comenzaron a mermar a la población originaria, que vio dichos males como un castigo divino, recordemos que la historia de los pueblos originarios de América tiene una amplia cercanía con la mitología.
Una vez que los totonacos veracruzanos les abrieron la puerta, su siguiente escala los sitúo en Tlaxcala, lugar en el que vivía el pueblo tlaxcalteca, con guerreros poderosos, un comercio abundante y fuerte presencia en la zona, sin embargo, eran presa del yugo mexica, con quienes no se llevaban bien y a quienes detestaban por esclavizarlos y mantenerlos sometidos.
Cortés al enterarse de esa situación fraguó una alianza con totonacos y tlaxcaltecas, no sin antes tener cierto rechazo de los pobladores del centro del país, quienes primero los enfrentaron pero después los colmaron de atenciones y pusieron frente a los visitantes, miles de indígenas para combatir, su conocimiento sobre el terreno y la información privilegiada para combatir a los guerreros aztecas.
Caballos y enfermedades, claves en la victoria
Ante esa situación el emperador Moctezuma analizó la situación y su respuesta fue tratar de negociar con regalos y riquezas a los recién llegados, además de que estaban convencidos de una supuesta divinidad de los españoles, al verlos llegar con armaduras (en aquella época no se conocía el manejo del hierro en Mesoamérica) y encima de bestias poderosas que irónicamente son originarias de América, pero se extinguieron en el continente –los caballos- y como punto final, se pensaba que era el retorno del Dios Quetzalcóatl –la serpiente emplumada-
Parece impensable, pero sucedió, en aquellos años Tenochtitlán era cinco veces mayor que Madrid y quintuplicaba la población de Sevilla, (la mayor de las ciudades españolas) y con todo y esa desventaja, Cortés terminó venciendo a los mexicas con menos de 600 soldados, un puñado de caballos y un punto muy importante, las enfermedades que mermaron a la población originaria, no sólo en lo que ahora es México, sino en otras latitudes como en Perú o Cuba.
Cuauhtémoc —último tlatoani de México-Tenochtitlán— encabezó la resistencia de la ciudad, que cayó el 13 de agosto de 1521 a manos de los españoles y sus aliados (principalmente tlaxcaltecas), todos bajo el mando de Hernán Cortés.
Los tlaxcaltecas en pago recibieron pleitesías, tierras y otros favores, muchos de ellos viajaron con la flota española hacia otras regiones en Centroamérica y otros más nunca regresaron a su tierra en el centro de México, viajaron a Europa y recibieron favores de la corona española hasta el siglo XVIII por parte de los conquistadores, mismos que niegan la participación de los pueblos originarios, pero sin ellos la tarea habría sido casi imposible.
Los resultados de la alianza son visibles en la actualidad. Tlaxcala cuenta con una arquitectura predominantemente española y colonial. Además de conservar tradiciones europeas.