PANORAMA SOCIAL

En familia con los Hank Coppel

Bárbara Coppel y Alejandro Hank Amaya nos reciben en Sevilla, ciudad donde han fijado su residencia

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JUNTOS. La familia ha vivido en varias ciudades del mundo, hoy eligen Sevilla. Foto: Manuel AsiánCréditos: Manuel Asián

Si Sevilla tiene un color especial, la familia Hank Coppel no se queda atrás. El matrimonio formado por Alejandro y Bárbara lleva un año viviendo en la capital andaluza, donde se han acomodado y adaptado con toda su troupe, Amaya, Bastien y Kilian, a la cultura y costumbres de esta bella ciudad. Sienten que la vida ha sido generosa con su familia y poco más piden. Su sueño: acabar viviendo en París, una capital con mucho significado para ellos. Además de ser la ciudad eterna del amor, fue el lugar donde se reencontraron para no separarse.

Han dejado su querido México para instalarse los cinco en Sevilla, ¿qué balance hace de estos meses viviendo en la capital andaluza?

Siempre tengo diferente respuesta a esta pregunta. Hoy por hoy te puedo decir que fue la mejor decisión habernos venido. La calidad de vida, caminar a todos lados, tener muchos parques disponibles, la cultura que la ciudad y la gente que la habita ofrecen, son tantas cosas que enamoran... Es una ciudad llena de vida donde disfrutamos todos; un ambiente completamente distinto a lo que estábamos acostumbrados en San Diego... no recuerdo cuándo fue la última vez que cogí el coche.

¿Qué añoras de tu país y qué te gusta de Sevilla? Cuéntenos cómo es tu vida sevillana.

De Sevilla me encanta su gastronomía y la gente que es súper culta, linda y simpática. Son muy elegantes en su forma de ser y vestir. Su ubicación geográfica, el clima y el hecho de que todo mundo se conozca es algo que extrañaba. Sevilla es muy segura y perfecta para niños pequeños. ¿Cuánto vale sentirse segura en una ciudad?... Extrañamos a nuestras familias, pero esperemos que pronto podamos reencontrarnos. Ya tenemos un año sin verlos, pesa mucho, pero así nos tocó.

Te defines como alma viajera, ¿pensaste que seguirías haciéndolo al lado de tu familia?

No tuve ni tiempo de pensar en esas cosas, porque en un abrir y cerrar de ojos me casé y tuve a los niños, pero estoy tan contenta que podamos hacerlo todos juntos. Siempre es más fácil desplazarse sin hijos, y tres son un mundo; estoy muy agradecida con la vida por darnos la oportunidad de poderlos exponer a distintas culturas a tan temprana edad.

SU PASIÓN. Alejandro es amante de la fiesta brava. Tomó la alternativa en octubre de 2001, apadrinado por Enrique Ponce, en una tarde donde también participó El Juli.

Mamá de tres peques de corta edad, todoterreno, ¿cómo se puede hacer todo a la vez y compaginarlo a las mil maravillas?

Con un buen equipo de trabajo, dedicación, organización y no muchas horas de sueño, estoy en ese momento de la vida donde mi cansancio es físico más que mental, pero con la correcta motivación el cuerpo humano puede con esto y más.

¿Qué aprendizaje y experiencia han sacado los Hank-Coppel de estos meses difíciles de pandemia? A ti por ejemplo no te gustaba cocinar....y hemos visto que eres una auténtica ¡masterchef¡

La vida nos dio un golpecito a todos aquellos que no habíamos vivido una experiencia mundial (una guerra, etc.) y eso te enseña a no sentirte dueño de tu libertad ni de nada hasta cierto punto, entonces una palmada de humildad y una experiencia que no es nada en comparación a otras situaciones, momentos que sirven para reflexionar y darle valor a lo que de verdad importa, como la familia y la naturaleza. Sabía cocinar lo básico que mi mamá me enseñó, pero como esto se alargó, era cenar recalentado o aventurarme en la cocina, y me solté.

Alejandro Hank Amaya se convirtió en tu esposo hace cinco años ¿qué balance haces de estos años de matrimonio?

¡Hace cinco años! Alejandro y yo estuvimos juntos en la preparatoria y éramos conocidos, pero no amigos. Yo sabía de su vida y él de la mía a través de publicaciones, siempre pensaba que de mis compañeros de la escuela era el que había destacado, pero no fue hasta un viaje a París que coincidimos y nos reencontramos 21 años después en plan amigos, y el flechazo fue prácticamente inmediato. Al mes de salir me dio anillo de compromiso, a los seis meses nos casamos en Los Cabos, y tres años más tarde ya teníamos tres hijos, Amaya, Bastien y Kilian. De recién casados nos aventuramos a vivir dos años en París, luego dos años en San Diego, y ya tenemos más de un año en Sevilla.

NIÑEZ. Sus tres hijos se han adaptado a la vida española.

Son dos almas gemelas que se complementan. ¿Cuál es la receta para que el resultado sea tan increíble?

Admiración, complicidad, química, respeto, afinidades y compañerismo a la hora de ser padres. Darnos tiempo solos es crucial, lo hacemos mucho aunque físicamente estemos muertos, una tapita por aquí, una copita por allá, escapaditas…

¿Cómo es el día a día de Bárbara Coppel cuando deja a sus peques en la escuela?

Me voy a entrenar, pilates, funcional o HIIT, hago labores relacionadas con la casa, y apenas acabo, cuando ya hay que ir a recogerlos. Comemos en familia. Las tardes se las dedico a ellos, después viene la cena, baño y cuento… y una vez dormidos me dedico a nosotros como pareja, y al final de la noche a mi trabajo, que es cuando se acomoda mejor el horario.

Cuéntanos algún sueño que te quede por cumplir , o ¿crees que la vida ha sido ya bastante generosa?

Ha sido muy generosa y si me muero ahorita me voy feliz y completa, pero me encantaría poder viajar, ahora con mi familia, a lugares del mundo llenos de cultura y enseñanzas; proporcionarle educación y sustento a personas sin recursos; provocar un cambio positivo, más no radical, en la igualdad de género, y terminar nuestra vida viviendo en París.

¿Estás inmersa en algún proyecto?

Tengo mi empresa, se llama Astragale (astragale.mx), ya llevo cinco años con ella. Me dedico a hacer uniformes para hoteles y restaurantes. También tengo dos boutiques de artículos mexicanos dirigidos al turista americano. Se llaman Artesun (@artesunmx), y este año hacemos la tercera, que integrará un valor conceptual de pilates

Por Verónica Benjumeda

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