“El cargo de juzgador no puede sustentarse en los apoyos directos e indirectos que recabe durante la campaña para lograr ganar la elección, porque de manera inevitable comprometerá la independencia y estará más propicio a la corrupción y conflicto de intereses”. Javier Laynez Potisek.
Para las y los mexicanos, septiembre es un mes lleno de celebraciones, comida típica y congregaciones en las plazas públicas para festejar la independencia del país, para gritarle a los héroes que nos dieron patria. Sin embargo este mes será uno muy particular, son los últimos treinta días de López Obrador (de sus mañaneras, de sus dichos, de sus otros datos, de sus peleas de sombra, de hostigar públicamente al que piensa distinto, de estar al comando de la aplanadora guinda), estrenamos legislatura con sobrerrepresentación y la reforma más importante para el país en años, el mes más importante para el legado del presidente.
Solo llevamos seis de septiembre y la mesa está puesta para la aprobación e implementación de la Reforma al Poder Judicial en una sesión fast track en Cámara de Diputados gracias a los 357 votos a favor, 130 en contra, 0 abstenciones y en donde no tuvieron que negociar nada con legisladores de otras fracciones por la evidente sobrerrepresentación, quedó listo su pase al Senado, donde seguramente se aprobará también. Es el “regalo al presidente” y podría ser su -tan ansiado- pase a la posteridad, no se sabe aún si de manera positiva o negativa, pero para el presidente este septiembre marcará su futuro.
El símbolo es grande y las repercusiones también. Para López Obrador, hombre de simbolismos, es contener los tres Poderes de la Unión como nadie lo había hecho en décadas y el desmantelamiento del Poder Judicial -tal y como lo conocemos ahora- profundiza su poder. Los efectos también ya se comienzan a sentir, llegan al interior de todo el Poder Judicial, afectando a trabajadores, jueces y magistrados y de igual manera vienen desde otras latitudes, analistas y medios de comunicación ya alertan lo que puede significar esta reforma para el estado de derecho y para el país.
Una alarma ha sido la depreciación del peso ante el dólar ya rozando los 20 pesos, que si bien también tiene externalidades negativas como las elecciones estadounidenses o el “lunes negro” de Japón y la bolsa en general, los inversionistas extranjeros no entienden muy bien lo que pasa en nuestro país, pero lo que alcanzan a ver no les está gustando nada. Otro efecto es que el empresariado local y externo decidan retirar sus inversiones y sumado a la “austeridad republicana” tampoco exista una inversión adecuada por parte del gobierno, lo que decantaría en un “septiembre negro” también para la economía mexicana.
Así, si este caldo de cultivo -político, jurídico, social y económico- llega a concretarse, el septiembre de 2024 puede pasar a la historia como uno de los peores meses que ha sufrido nuestro país en la historia reciente. Una noticia terrible para las y los mexicanos, pero también para la heredera del gobierno de López Obrador, Claudia Sheinbaum, quien de primera mano tendrá que lidiar con esos “regalos” al presidente y con su simbólico boleto hacia la historia. La primer presidenta de México debe de atemperar las ansias legislativas, dar garantías de que la reforma al Poder Judicial será menos tajante y calmar al sector económico y financiero que rodea a nuestro país. Nadar a la orilla nunca ha sido tan paradójico como este septiembre. ¡Viva México!
POR ADRIANA SARUR
COLABORADORA
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