POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

La ONU y la política exterior de México

El mundo es anárquico. En nuestro hogar común, la Tierra, conviven alrededor de 200 estados independientes, con enormes diferencias en capacidades

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El mundo es anárquico. En nuestro hogar común, la Tierra, conviven alrededor de 200 estados independientes, con enormes diferencias en capacidades y recursos, pero iguales en que todos buscan satisfacer sus propios intereses. Ninguna nación, por poderosa que sea, es autárquica. Para satisfacer sus intereses depende principalmente de sus propias capacidades, pero también de sus vínculos con otras naciones.

En un mundo de interdependencias asimétricas, unos estados son más poderosos y menos dependientes que otros. Pero un deber básico de cualquier estado es desarrollar una política exterior que le permita relacionarse eficazmente con otros estados, porque requiere de su cooperación, -bilateral, regional o multilateral-, para alcanzar sus fines.    

Todas las naciones definen su política exterior a partir de su ubicación en el mapa, de su población, sus recursos naturales, sus capacidades económicas y sus intereses nacionales. La geografía no es el único factor que determina el destino de una nación, pero sí es de los que más influyen.

México forma parte de América del Norte. Compartimos una frontera de 3 mil kilómetros con la nación más poderosa de la tierra, Estados Unidos. Más de 38 millones de mexicanos, o descendientes de mexicanos, habitan en ese país. A lo largo del siglo pasado nuestras economías se fueron integrando. Por decisión soberana, firmamos un tratado de libre comercio en 1993, que renegociamos en 2019, el llamado T-MEC.

El 80 % de nuestras exportaciones se dirigen a Estados Unidos. Somos su proveedor número uno. Más del 50 % de la inversión extranjera y el 76 % del turismo internacional proviene de ese país. México recibió el año pasado 64 mil millones de dólares de remesas (4.2% del PIB), la inmensa mayoría provenientes de Estados Unidos, que han contribuido a disminuir la pobreza en nuestro país.

También compartimos con nuestros vecinos el formidable reto del crimen organizado trasnacional, las migraciones desordenadas, y la distribución del agua en la franja fronteriza, entre muchos otros temas. Esos datos demuestran que el reto fundamental de nuestra política exterior es conducir nuestra relación bilateral con Estados Unidos en forma mutuamente provechosa. Pero, de ninguna manera, nuestra política exterior puede encajonarse en la relación con nuestro poderoso vecino. Eso acentuaría nuestra dependencia.

Para México es crucial la diversificación de nuestras relaciones con otros países y regiones, empezando por América Latina y el Caribe, y siguiendo con Europa, Asia-Pacífico, África y Medio Oriente. Nuestra vecindad geográfica nos obliga a proyectarnos como una nación soberana e independiente, pero también confiable y comprometida con las mejores causas de la humanidad: la paz, la estabilidad, el desarme, el respeto al derecho internacional y a los derechos humanos, la reducción de las desigualdades entre países y al interior de ellos, la igualdad de género, el combate a la criminalidad trasnacional, la lucha contra el cambio climático, la preservación de la biodiversidad y, en general, el desarrollo sostenible.  

El espacio natural para influir en nuestro entorno regional y mundial son los organismos internacionales como la ONU, y regionales, como la CELAC y la OEA. La ONU y el multilateralismo guardan un lugar muy especial en la política exterior de México.

Así ha sido desde febrero de 1945, cuando nuestro país fue anfitrión de la “Conferencia de Chapultepec” en la que las repúblicas americanas definieron su posición frente al entonces naciente orden mundial y regional. Con una diplomacia sólida y muy imaginativa, México influyó notablemente en la redacción final de la Carta de la ONU, aprobada en San Francisco en junio de ese año, y en la definición de los principios básicos del sistema interamericano.

79 años después, como pudimos observar en la Cumbre del Futuro y el Debate en la Asamblea General, la ONU atraviesa por uno de sus momentos de mayor debilidad. A pesar de los discursos grandilocuentes, muchos gobiernos, de todas las latitudes, muestran resistencia a cooperar en la búsqueda de soluciones multilaterales a los grandes desafíos de nuestra época, sean las guerras en Ucrania y Medio Oriente, o el combate al calentamiento global.

Gran parte de la responsabilidad de esta situación recae en los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, cuyas diferencias tienen casi paralizado al órgano más importante para mantener la paz y seguridad internacionales. Pero también son responsables del clima actual los nacionalismos y populismos excluyentes, que tienden a culpar a la ONU de sus propios fracasos, ambiciones y limitaciones nacionales.

México debe mantener su apoyo histórico a la ONU y al multilateralismo. Somos la doceava economía del mundo. Somos una potencia comercial y cultural. Somos un país que ha sabido enarbolar las mejores causas de la humanidad. Hoy somos un interlocutor válido y atractivo, puente entre las naciones más desarrolladas y las naciones del Sur Global.

Mantener nuestro inquebrantable apoyo a la ONU es no sólo para perseverar en la búsqueda de soluciones multilaterales a desafíos globales, sino para mantener abiertos y funcionales los espacios que durante décadas han sido vitales para nuestra política exterior, y que no tienen posible sustituto.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS IZQUIERDO

DIPLOMÁTICO DE CARRERA Y PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY

@miguelrcabanas

miguel.ruizcabanas@tec.mx

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