RUINAS DE FUTURO

Algo está podrido en Dinamarca

La comparación con Dinamarca no solo es una mentira; es, además, una burla, una crueldad

OPINIÓN

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Créditos: Especial

López Obrador miente. Y sus mentiras no le cuestan. Al contrario. Sus adeptos y voceros no sólo se las celebran, sino que las relativizan y, al hacerlo, las magnifican. La mayoría de los medios de comunicación se las deja pasar. La opinión pública ni se indigna. El electorado vota mayoritariamente, de todas maneras, por su partido, sean quienes sean sus candidatos. No hay escándalo porque ya no hay exigencia, mejor dicho, ya ni siquiera hay la expectativa de que sus palabras traten de apegarse a los hechos. No es posible regatearle el esfuerzo ni el éxito: es innegable que se salió con la suya, logró que nos acostumbráramos.

Hay un ámbito muy sensible y, por lo mismo, particularmente delicado, respecto al cual López Obrador ha sido de lo más mendaz. Me refiero al ámbito de la salud, uno de los que peores resultados entregará ahora que termine su sexenio. Y sí, se sabe que hubo una pandemia, que el sistema de salud de antes no era la octava maravilla, que la corrupción endémica, que la rapacidad de las farmacéuticas, que la fragmentación del sistema, etcétera. Con todo, ninguna de esas razones alcanza para dar cuenta de la catástrofe que ha sido su gobierno en esta materia.

El multicitado dato de CONEVAL, relativo a que en 2018 un 16% de los mexicanos reportaba no tener acceso a los servicios de salud pública, y en 2022 ese porcentaje creció al 39%, no acaba de dimensionar la magnitud de la tragedia que han vivido millones de mexicanos estos años. De hecho, vale la pena ir más allá de ese tipo de indicadores, para ponderar lo que tantas veces se pierde en la danza de los números: la precariedad, el sufrimiento, la angustia, el dolor en primera persona. Hay dos libros recientes y muy recomendables en ese sentido: el de Xavier Tello, La tragedia del desabasto (Planeta, 2022) y el de Nayeli Roldán, La austeridad mata (Planeta, 2024).

No son lecturas agradables, pero precisamente por eso resultan indispensables. Abundan en ellas historias de arrogancia y absurdos, de improvisación e incompetencia, de indolencia y crueldad. Sobre todo eso, de mucha crueldad en el trato a la población más desprotegida, más necesitada, más dependiente de las decisiones de un gobierno que ha optado, sistemáticamente, por ponerla primero en la retórica pero al último en sus decisiones de política pública.

En su informe del domingo pasado, el presidente sostuvo que el nuevo IMSS-Bienestar es “el sistema de salud pública más eficaz en el mundo. Dije que iba a ser el mejor, que iba a ser como en Dinamarca. Y no, no es como en Dinamarca, es mejor”. No solo es una vil mentira; es, además, una burla para las personas que todos los días intentan ejercer su derecho a la salud y se topan con que no hay servicio, no hay medicinas, no hay tratamientos, no hay insumos ni hay cirugías. ¿Por qué lo toleramos? Algo está muy podrido en esta Dinamarca.

POR CARLOS BRAVO REGIDOR

COLABORADOR

@CARLOSBRAVOREG

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