LA REBELIÓN GEOPOLÍTICA

La Asamblea General de la ONU: ¿Un foro vital o un espejo de la anarquía internacional?

En la 79ª Asamblea General de la ONU quedó sobre la mesa una realidad ineludible: los conflictos globales están moldeados tanto por balas y bombas

OPINIÓN

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Talya Iscan / La rebelión geopolítica / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En la 79ª Asamblea General de la ONU quedó sobre la mesa una realidad ineludible: los conflictos globales están moldeados tanto por balas y bombas, como por narrativas, intereses geopolíticos y tensiones históricas que superan las fronteras de los países involucrados. Este año, la guerra entre Rusia y Ucrania y el prolongado conflicto entre Israel y Palestina dominaron los debates, mostrando una vez más cómo la política internacional se convierte en un campo de batalla discursivo.

Durante los discursos, naciones como Rusia, Siria y Venezuela no escatimaron críticas hacia Ucrania y sus aliados occidentales. Argumentaron que la crisis actual no puede reducirse a “una invasión rusa”, sino que también es el resultado de décadas de injerencia de Estados Unidos y la OTAN, que han militarizado aún más una región ya frágil. Este ángulo, rara vez reflejado en los medios occidentales, invita a un análisis más matizado.

La insistencia de estos países en abordar las preocupaciones de las minorías rusas en Ucrania y evitar la expansión militar muestra que no todos están alineados con la narrativa que culpa exclusivamente a Rusia. Este conflicto es mucho más que una simple lucha territorial; es un rompecabezas geopolítico en el que cada pieza tiene implicaciones globales.

Pero Ucrania no fue el único escenario de polarización. El conflicto israelí-palestino, eterno punto de fricción en la ONU, también protagonizó tensos momentos. Durante el discurso del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, varias delegaciones —incluidas Türkiye y diversas naciones árabes e islámicas— abandonaron la sala en protesta.

Las políticas israelíes hacia Palestina, junto con los recientes ataques en Gaza y Líbano, han generado una condena internacional que no puede ignorarse. Estas protestas son un reflejo de una creciente frustración por la falta de avances en un conflicto que ha dejado heridas profundas en la región y en la conciencia global.

Sin embargo, la Asamblea no se limitó a estos conflictos armados. Se abordaron otros temas urgentes como el cambio climático, la crisis alimentaria global, la pandemia de COVID-19 y la desigualdad económica. En medio del ruido geopolítico, hubo avances concretos: varios países se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, un paso crucial para enfrentar el cambio climático, que amenaza la estabilidad y seguridad de todas las naciones. 

Aunque la ONU sigue siendo el foro primordial para el diálogo internacional, su efectividad en la resolución de conflictos bélicos plantea serias dudas. La Asamblea General permite que todas las naciones expresen sus posturas, pero cuando se trata de ofrecer soluciones concretas, la realidad se desmorona en un caos de intereses enfrentados. El sistema actual refleja una situación de anarquía internacional, donde las resoluciones se diluyen por las luchas de poder entre las grandes potencias, y los acuerdos se vuelven cada vez más ineficaces.

Ante esta parálisis, surge la pregunta: ¿qué está haciendo la ONU realmente para mitigar los conflictos si, en última instancia, su capacidad para influir de manera significativa sigue erosionándose? Aunque el foro ofrece una plataforma esencial para el diálogo, su impacto en las soluciones de paz se reduce cada día más, revelando un mundo donde las decisiones colectivas son más difíciles de alcanzar.

POR TALYA ISCAN
CATEDRÁTICA UNIVERSITARIA. FCPYS (UNAM) UP

@TALYAISCAN

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