TRES EN RAYA

¡Dictador!, ¡dictador!

La triste realidad de nuestro país es que los políticos —especialmente los de la 4T— nunca hablan del futuro

OPINIÓN

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Verónica Malo Guzmán / Tres en Raya / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

‘No alumbres que oscurece’, reza el refrán. Y nunca más cierto que ante la ¿defensa? realizada por Beatriz Gutiérrez Müller a su esposo. Luego de los gritos de “¡Dictador!, ¡dictador!” que recibió el aún mandatario este pasado fin de semana en Tamaulipas y en Veracruz, ella dijo: “dictador, Porfirio Díaz”.

Uno diría que se debe a que es historiadora, pero no. La triste realidad de nuestro país es que los políticos —especialmente los de la 4T— nunca hablan del futuro. Ni siquiera de los coetáneos y contemporáneos. No vislumbran a México insertado en el concierto de las naciones y llevando la batuta. Tenemos un presidente que no quiso salir del país y dialogar con sus iguales, que solo se dedicó a defenestrarlos y, por si esto no fuera suficiente, cuyas ideas —pero también fobias— tuvieron como referencia un pasado caduco que no puede volver (¡y qué bueno!).

Así, la ‘no primera dama’no comparó a AMLO con Mujica, expresidente de Uruguay y socialista progresista; tampoco con Gabriel Boric, presidente de Chile y socialista de avanzada. Su referente fue regresar más de 100 años para compararlo —así sea para diferenciarlo— con Díaz.

No pondré en duda que Díaz fue dictador (aunque sí se valdría hacer ese ejercicio ya que impulsó al país como nadie antes y después de él), ¿pero decir que fue un neoliberal? Eso sí que es una burla. Burla que se ha aventado López Obrador en más de una ocasión. De Díaz ha dicho que fue el primer neoliberal. ¡Zas!

Resulta entonces que México tiene otros datos de corte histórico: cuando no existía el neoliberalismo ya teníamos uno… y, sí, la Revolución Mexicana fue antes que la Bolchevique y no le copió nada a la rusa...

Pero el tema que me ocupa hoy: ya entrados en gastos, hagamos notar que la Nueva Escuela Mexicana, orgullo de la SEP 4T, señala que: “el gobierno de Porfirio Díaz es una dictadura porque el Poder Legislativo y Judicial obedecían sus órdenes, es decir, no había división entre los Poderes de la Unión”. Bajo esa definición, López Obrador es un dictador.

Pero veámoslo desde un punto de vista más mundano. Los miembros de este régimen pasan de largo que, cuando eran oposición y reventaban eventos oficiales (o bien cuando el oficialismo los reprimía a ellos) consideraban dictatoriales a esos otros gobiernos y les gritaban consignas de protesta en ese sentido.

Pero la incongruencia y la hipocresía de los morenistas alcanzan otros niveles. Jorge Cedillo, militante de Morena y quien le aventó la botella de agua a López Obrador en el jarocho estado, tuvo el cinismo de argumentar que eso era por culpa de ¡Norma Piña! ¡Menuda perversidad! Bajo ese infantil y baladí argumento, la ministra podría haber frenado la reforma judicial…

Falsarios y caraduras. Como la senadora morenista por Chihuahua, Andrea Chávez, quien insiste que la militarización no es militarización y que en nuestro país no hay violencia, ni desaparecidos, ni mujeres asesinadas; mucho menos el infierno que cada vez con mayor frecuencia, se vive —por ejemplo—en Sinaloa…O que, conforme a la historia nacional narrada por López Obrador, el precursor revolucionario Catarino Garza Rodríguez era comunista. Mentira; el prócer murió en 1895, años antes de que la estrella roja insertada en su monumento tuviera algún significado socialista o comunista.

Así todo el sexenio que fenece; estos últimos días no han sido la excepción. Estamos atestiguando a la clase política dirigente tratando al unísono de negar lo que es la realidad. Beatriz diciendo que el dictador fue Porfirio Díaz, no López Obrador; Ricardo Monreal diciendo que el Estado no se ha militarizado; y Gerardo Fernández Noroña actuando como un presidente del Senado liberal y progresista, pero conduciéndose en los hechos alejado de la ciudadanía (instruyó negar la entrada a representantes ciudadanos a la discusión sobre la Guardia Nacional en el Congreso).

López Obrador deja una herencia maldita, de división, mentiras, muertos, desaparecidos y el fin de la autonomía de los poderes. Ahora que estará en “La Chingada”, podrá escuchar en lo hondo de su soledad, cómo su propio corazón late al compás de “dic-ta-dor; dic-ta-dor”…

POR VERÓNICA MALO GUZMÁN 

COLABORADORA 

VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM

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