DESDE AFUERA

Una Relación Atribulada (II)

Para Estados Unidos, al margen de cuestiones geopolíticas y de contar con una frontera segura, se trata de los 5 millones de empleos que dependen del comercio con México

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Para Estados Unidos, al margen de cuestiones geopolíticas y de contar con una frontera segura, se trata de los 5 millones de empleos que dependen del comercio con México. Para México, se trata de la posibilidad de recibir flujos considerables de inversión externa  y garantizar la permanencia y crecimiento de los actualmente 14 millones de trabajadores que se derivan de la relación comercial con Estados Unidos.

Bienvenidos a la realidad de la relación bilateral, una que quizá algunos más obcecados, más nacionalistas o más antiyanquis en el lado mexicano desearían olvidar, y que en el lado estadounidense los más nacionalistas, más ignorantes y más racistas desearían que no fuese. Pero así es.  

Ciertamente, la relación entre los dos países parece basada en la desconfianza. Estados Unidos no parecen confiar del todo en las capacidades del gobierno mexicano y menos en las de las fuerzas de seguridad para mantener la gobernanza en todo el país: la violencia de los carteles, su impacto en las economías locales, su influencia en políticas regionales, no ayudan a dar una imagen positiva.

El gobierno mexicano, por su parte, tampoco parece confiar en un país con el que tiene rencillas históricas, donde la opinión pública y los medios tienden a opinar de todo y sobre todo, en especial sobre temas que los afecta, como la migración y el narcotráfico, y donde el Congreso tiene un papel propio en la política y el  gobierno.

Para ambas partes, en la relación quedan involucradas cuestiones de seguridad e intereses nacionales. Para México, por ejemplo, está la realidad de que en el país vecino se encuentran hasta 40 millones de personas de ascendencia mexicana, incluso tantos como once millones de mexicanos nacidos en México –y se cree que la mitad de ellos indocumentados– responsables del envío sin mayor problema hasta ahora de unos 60 mil millones de dólares anuales en remesas.

Para Estados Unidos, el problema tiene otras características, pero de trascendencia para ellos: al margen de que según cifras oficiales el número de estadounidenses que vive en México puede llegar a 1.9 millones de personas, se cree que puede ser casi el doble; hay más de cien mil millones de dólares invertidos en México y muchas industrias estadounidenses dependen de sus plantas en territorio mexicano.

La vecindad hace las cosas más complicadas: ambos comparten regiones geológicas y zonas ecológicas, yacimientos petrolíferos, marinos, sociedades y originó incluso una cultura híbrida. Los gobiernos pueden distanciarse y hasta tratar de desligarse económicamente, pero un desacoplamiento tendría enormes costos para los dos países, en especial México.

Y la realidad es que la comunidad de intereses va a seguir ahí. Ninguno de los dos países puede mudarse de vecindario o convertirse en isla. A cambio, tienen que hacer concesiones por convivencia y por conveniencia propias. Ese es el nombre del juego.

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS   

COLABORADOR    

JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM                      

@CARRENOJOSE

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